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Una sociedad con letra pequeña

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Vivimos tiempos de corrección política. Lo cual, en sí mismo, no debería ser nada malo: tratar de utilizar el lenguaje de manera adecuada, desterrar tópicos que un uso continuado ha convertido en portadores de connotaciones inadecuadas o desagradables, o evitar la perpetuación de esquemas derogatorios contra determinados segmentos de la sociedad, sean los que sean, es en principio un fin loable, al que puede resultar razonable dedicar un cierto esfuerzo mental para pensar dos veces las cosas antes de decirlas o escribirlas.

El problema, claro está, surge, como con tantas otras cosas, con los excesos: es bien sabido que todo lo bueno, consumido en demasía, termina por matarnos. Y la corrección política ha llegado ya a un extremo que no es que roce el absurdo, es que directamente se interna en él y se hunde hasta el cuello, hasta el punto en el cual empieza a parecer que te va a impedir respirar, hasta llevarnos a pensar en hablar de manera cotidiana tal y como se muestra en la felicitación de navidad de un abogado, repleta de acotaciones y letra pequeña, y que cada día, tristemente, refleja más la realidad de nuestra sociedad.

Ayer, la cuenta de la Policía Nacional, @policia, un éxito sin precedentes a nivel internacional a la hora de establecer un punto de contacto y comunicación entre los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y la población sobre el que hemos hablado en varias ocasiones, publicó este tweet de felicitación de San Valentín.

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Una felicitación que puede calificarse de muchas maneras, que para gustos se pintan colores: desde profundamente moñas hasta simplemente simpática, pero que de manera inmediata comenzó a recibir respuestas de todo tipo que afeaban que supuestamente la policía legitimase cuestiones que iban desde el acoso sexual hasta la necrofilia, pasando por todo tipo de recriminaciones. Así, sin comerlo ni beberlo, untweet que carecía de connotaciones sexistas – está cuidadosamente redactado para que sea cualquier persona del sexo que cada uno quiera imaginar el que le “robe” el beso a otro, e incluso la palabra “robar” aparece entrecomillada – se convierte en una cuestión política o de activismo, hasta el punto que la propia Policía termina por publicar, pocas horas después, otro tweet de aclaración:

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Lo siento, pero a mí todo este tipo de cosas me parecen una soberana estupidez. Comprendo el incentivo de meterse con la autoridad, pero permitidme que os diga que cualquiera que vea una incitación al acoso, al delito, a la violencia sexual o algo que no sea una felicitación (moñas, eso sí) de San Valentín (que ya esmoñas de por sí) en el tweet de la Policía debería sin duda hacérselo mirar. Responder a esa felicitación con un “¿me estás incitando a salir a la calle a “robar” besos a todo el que pase?” es, simplemente, tener ganas de retorcer las cosas y de tocar las narices. En tiempos, cuando alguien tenía ganas de incordiar de manera absolutamente gratuita y reiterada, eso se solucionaba acercando a su cara una mano abierta con una cierta velocidad. Ahora, con tanta corrección política, lo que acabo de escribir va a ser interpretado como una incitación a la violencia, y tenemos que poner un asterisco* o publicar una aclaración a la mayor brevedad posible.

* El autor desea aclarar que en modo alguno ha pretendido incitar a la violencia con sus palabras, y que se trata simplemente de un recurso estilístico que evoca conductas habituales hace algunas generaciones, que afortunadamente han quedado ya hace tiempo desterradas de nuestra sociedad.

Pues lo siento mucho, pero a mí todo esto me parece completamente ridículo y absurdo. Me resulta patético que tengamos que vivir constantemente preocupados por el asterisco, por la letra pequeña y por la posibilidad de que algunas de las palabras que hemos dicho o escrito puedan, de alguna remota manera, evocar algo inconveniente cuando son mal interpretadas. Porque, lamentándolo de nuevo, les diré que si alguien de verdad pretende que el tweet de la Policía le legitima para salir a la calle a acosar sexualmente a alguien o para exigir de manera coactiva un beso a alguien, sea o no su pareja, y no lo está diciendo simplemente por tocar las narices, es que le pasa algo muy grave en la cabecita, y debería hacérselo mirar. Leer la lista de respuestas al primer tweet de la Policía debería llevarnos a reflexionar sobre lo enferma que se está volviendo la sociedad en la que vivimos… hay quien llega incluso a volver a protestar, esta vez tras el segundo tweet, esgrimiendo que “el TU en mayúsculas implica posesión”!!! ¿Pero esto qué es?? Como algunas veces he visto escrito en algunos sitios, “demasiados idiotas y muy pocas balas”.**

** El autor desea aclarar que en modo alguno ha pretendido incitar a la violencia con sus palabras, y que se trata simplemente de un recurso estilístico tomado de otras fuentes. El autor desea expresamente condenar el uso de la violencia y el uso de armas de fuego como forma de solucionar diferencias de opinión.

Entiendo que Twitter es un foro público, sí. Entiendo que la Policía es un organismo público que debe tener cuidado con las manifestaciones que hace por escrito, sí. A lo mejor, el problema de Twitter, foro público que ofrece voz a cualquiera y en el que resulta infinitamente fácil expresarse de manera rápida y, en ocasiones, sin pensarlo demasiado, no es Twitter, sino el tipo de sociedad en que nos estamos convirtiendo. Estamos evolucionando hacia un auténtico estado policial – y no precisamente ejercido por la Policía, sino por otro tipo de supuestas “autoridades de la corrección política” – en el que todo lo que decimos o escribimos es objeto de un escrutinio hasta el último pixel de la última serifa del último carácter empleado. Estoy de acuerdo en que la violencia de género, la discriminación por razones de sexo o de cualquier otro tipo, o la objetización de las relaciones personales son cuestiones contra las que hay que luchar. Pero por favor, dejémonos de tonterías. A base de estupideces vamos a conseguir, precisamente, que algunos pasen a tomárselas a broma. Y eso sí que sería una soberana estupidez.

Este artículo se publicó originalmente en el Blog de Enrique Dans.

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