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Gobiernos Tecnofóbicos

tecnofóbicos

El patrón de acontecimientos recientes en la vieja Europa justifica cada vez más el calificativo de “vieja” que suele aplicársele de manera habitual: un número cada vez más importante de países y gobiernos parecen estar cada vez más dispuestos a mantener actitudes marcadamente tecnofóbicas, que parecen querer casi expulsar a todos aquellos que tratan de plantear ideas o posibilidades nuevas ofrecidas por el desarrollo tecnológico.

Obviamente, por mi trabajo – profesor de Innovación – tiendo a posicionarme de manera abierta con respecto al avance de la tecnología. Tiendo a adoptar una actitud de “probémoslo, ya veremos después lo que pasa” que de “socorro, esto no se puede ni siquiera plantear”. Que no todo el mundo enfrenta la tecnología con ese tipo de actitudes resulta plenamente evidente: a pesar de la obvia conclusión de que la tecnología, una vez desarrollada no puede “desinventarse”, son muchas las personas que parecen pretenderlo, aunque la historia haya demostrado lo absurdo de tal empeño.

La resistencia al cambio es como el rozamiento en la Física, una constante. Pero el problema surge cuando elevamos el nivel de responsabilidad: que una persona decida mantener una actitud tecnofóbica o de resistencia al cambio puede afectar a sí mismo, a su familia, a su comunidad de vecinos, a su municipio, o a todo un país. Así, que Bélgica se lance a denunciar a Facebook por “violaciones flagrantes y masivas de sus leyes de privacidad”[1] puede suponer una multa para la compañía, pero también llegar a provocar un retraso con el que determinadas tecnologías llegan al viejo continente[2]. Que el gobierno español intente contentar a los medios de comunicación con un canon a su favor para que lo traten de manera más amigable puede condicionar que Google News se vaya del país, a pesar de que el Parlamento Europeo afirme que ese tipo de impuestos a los enlaces[3] o, en general, al acceso a la información son una auténtica barbaridad. Que España[4] o Italia[5] expulsen a Uber querrá decir que dos de los países más turísticos del mundo serán vistos por millones de turistas de infinidad de países como auténticos reductos de la Edad Media cuando aterricen en sus aeropuertos y se encuentren con que su app favorita para solicitar transporte no funciona.

Que sí, que siempre hay contra-argumentos. Que Facebook es “un peligro para la civilización occidental” porque comparte datos a diestro y siniestro[6] o que experimenta con las vidas y el bienestar psicológico de sus usuarios. Que si Uber infringe las leyes sobre licencias necesarias para llevar a cabo una actividad regulada, o incluso que si supone el sacrificio de unos derechos de los trabajadores que costó muchos años conseguir[7]. Perfecto: me lo puedo creer, es posible que se pueda afirmar que algunas actividades cuestionan determinadas leyes… pero las leyes no están escritas en piedra, y posiblemente no sea bueno que interpretemos que es así.

Más bien, lo que habría que plantearse, es si realmente los ciudadanos, los trabajadores o los usuarios reclaman a sus estados semejante nivel de protección. ¿De verdad quieren los ciudadanos belgas o europeos ver su privacidad protegida hasta tales extremos que los territorios en los que habitan se conviertan en reductos donde las empresas tecnológicas no ofrecen sus productos, o incluso lugares de los que se retiran? ¿Es cierto que los usuarios de taxi solo quieren que lleven a cabo esa actividad los conductores que tengan una licencia en vigor, o – al menos los que han viajado un poco – están convencidos de que las ciudades funcionan infinitamente mejor cuando Uber opera en ellas? ¿Realmente quieren la mayoría de los conductores de Uber ser considerados empleados, cuando existen evidencias de que lo que buscan en su decisión es contar con la inmensa flexibilidad que les ofrece el no serlo?[8] ¿En cuántos de esos casos nos plantaríamos ante nuestro gobierno y le pediríamos que “por favor, no nos protegiese tanto”? Por supuesto que los excesos, los abusos y los errores deben ser corregidos mediante la aplicación de las leyes cuando sea menester, pero de ahí a tratar de construir murallas a la adopción tan altas como vanas, o de plantear enmiendas a la totalidad, va todo un mundo.

Los gobiernos tienden a tener una actitud de protección de lo que había, de defensa del incumbente. Por una razón fundamental: el incumbente o el que llevaba a cabo la actividad previamente a su disrupción ya tiene, por lo general, una tradición y una infraestructura organizada como para presionar o hacer lobby a su favor. Pero la gran verdad es que nunca, bajo ningún concepto o supuesto, vale la pena defender al incumbente: los “terribles peligros” que provienen de la disrupción no suelen ser tales, la pérdida de puestos de trabajo se iba a dar de todas maneras a medio plazo (de nuevo, la tecnología no se puede “desinventar”), y los inconvenientes de cerrar la puerta al progreso suelen terminar por hacerse evidentes. El “proteccionismo tecnológico”, como su primo el aduanero, termina por no resultar nunca rentable.

Para muchos, poder usar tal o cual aplicación de la tecnología, poder subirse a un vehículo o poder ir de vacaciones al piso de alguien es algo poco importante, que no justifica los problemas que podría causar. Pero en el futuro ya veremos la importancia de todo eso. Fundamentalmente, el riesgo de quedar convertidos ya no en “la vieja Europa”, sino en una especie de “reserva de Occidente” en la que se preservan estructuras ineficientes, privilegios indeseables o prebendas absurdas. Una cosa es querer marcar diferencias con entornos legislativos más proteccionistas, otra muy distinta tratar de detener lo que no puede ser detenido o de impedir el paso a lo que viene de otros entornos. Nada indica que en los países que se han permitido estos avances haya habido problemas, revueltas, barricadas o tremendos abusos – al menos, no diferentes a los vividos aquí. Y mi impresión es que, claramente, si vives bajo un gobierno abiertamente tecnofóbico, terminarás perdiendo mucho más de lo que puedes llegar a ganar.

Artículo publicado originalmente en el sitio de Enrique Dans

[1] http://tech.eu/news/belgian-privacy-commission-sues-facebook

[2] http://blogs.wsj.com/digits/2015/06/18/facial-recognition-concerns-keep-facebook-moments-from-europe/

[3] http://arstechnica.co.uk/tech-policy/2015/06/european-parliament-committee-adopts-controversial-pro-user-copyright-reform-report/

[4] http://www.bbc.com/news/business-30395093

[5] http://rt.com/news/262217-italy-bans-uber-competition/

[6] https://pando.com/2015/05/22/germany-sues-e-commerce-sites-for-sharing-data-with-facebook/

[7] http://arstechnica.com/business/2015/06/uber-drivers-are-employees-california-labor-commission-rules/

[8] http://www.vox.com/2015/6/18/8805605/uber-employees-california-bad

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