Es el nuevo campo de batalla en la geopolítica mundial: dos grandes centros de poder, Estados Unidos y China, se disputan la hegemonía sobre un futuro que ya está aquí.
La capacidad de desarrollo de sistemas inteligentes que permitan, a partir de la extracción, la gestión y el análisis de grandes volúmenes de datos, incrementar el poder predictivo y los escenarios de acción posibles en casi cualquier sector: financiero, automotriz, salud, educación y gobierno, entre muchos otros.
En 2016, ambas naciones hicieron públicos sus planes estratégicos para consolidar su liderazgo en Inteligencia Artificial. Estados Unidos publicó el informe Preparación para el futuro de la Inteligencia Artificial, desarrollado de manera interinstitucional y coordinado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, además de un Plan Estratégico Nacional de Investigación y Desarrollo de la Inteligencia Artificial.
Lo anterior se ha reflejado en la apertura de programas, líneas de investigación y centros dedicados al desarrollo de la Inteligencia Artificial en las universidades más importantes del país. En octubre de 2018, el MIT anunció la inversión de mil millones de dólares para la creación de un Centro de Inteligencia Artificial para 2019.
Por su parte, China anunció en 2016 su Plan Nacional de Inteligencia Artificial formulado de manera conjunta entre la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, el Ministerio de Ciencia y Tecnología, el Ministerio de Industria y Tecnología de la Información y la Administración del Ciberespacio de China. Esta política muestra un abordaje articulado entre múltiples sectores estratégicos de la Administración Pública, tanto china como estadounidense.
En el caso de Estados Unidos, la iniciativa es coordinada a través de una dependencia de Estado dedicada exclusivamente a la definición de políticas públicas en Ciencia y Tecnología, y en el de China mediante la articulación de varias dependencias estratégicas que se encargan de definir las políticas de desarrollo y producción de conocimiento científico.
Por otro lado, el resultado de la centralidad que China otorga a la IA como campo de investigación puede observarse en los artículos científicos publicados en el tema de “aprendizaje profundo” que, en 2016, superó al número publicado en Estados Unidos.
¿Qué sucede en nuestro país?
En el contexto mexicano, podemos encontrar algunos pasos encaminados al desarrollo del sector. Por un lado, se encuentran las iniciativas gubernamentales y de la industria, los debates impulsados por el Instituto Federal de Telecomunicaciones, el impulso de Conacyt al desarrollo de proyectos de IA, las comunidades académicas y las asociaciones profesionales como la Asociación Mexicana de Inteligencia Artificial, y por otro, hay reticencia frente a las inversiones que se retraen ante los escuetos resultados de las iniciativas impulsadas.
Finalmente, hay que considerar el tratamiento mediático que va desde el triunfalismo (México como potencia regional) hasta destacar el significativo rezago que poseemos en relación con el tamaño de nuestra economía.
Algunas pistas para analizar el verdadero estado de la IA en México pueden encontrarse en el Índice de Preparación para la Automatización 2018 (realizado por The Economist y la empresa ABB), según el cual México se encuentra en el lugar 23 de los 25 países analizados, con un puntaje de 40.7 de 100. Somos el país de ingreso medio-alto que ocupa la más baja posición. Este índice tabula criterios que evalúan el ecosistema de innovación, las políticas educativas y las políticas del mercado laboral.
El futuro hoy
México requiere un plan estratégico y una política nacional de desarrollo científico, tecnológico y de innovación, que nos permita reducir la brecha de producción de conocimiento y tecnología. La propuesta de incrementar la inversión en ciencia y tecnología al 1% del PIB no solamente no se cumplió durante el gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018), sino que disminuyó.
Un plan estratégico debe involucrar diversas secretarías, una inversión agresiva del Estado y la industria, y la articulación de todos los sectores sociales. Sin embargo, lo más relevante es una visión que no se oriente a la adquisición de tecnología y la compra de servicios, sino al desarrollo de tecnología propia que nos permita erradicar la dependencia, ampliar nuestras capacidades y ocupar un lugar en el escenario global. La apuesta nacional por la Inteligencia Artificial debe mirar el futuro del país en la geopolítica del conocimiento.