El concepto de ciudadano, en uno de tantos sentidos, implica la convivencia con otras personas que pertenecen a una misma ciudad. Por supuesto que para no entrar en detalles acerca de los mecanismos jurídicos y políticos que completan su definición, esta sencilla idea nos introduce al hecho de que todo aquel que vive en una ciudad se convierte en un ciudadano.
En tiempos catalizados por la tecnología, la noción de ciudadano se enriquece con rasgos que principalmente están orientados hacia el acceso a la información. Todo aquel que vive en una ciudad sabe lo importante que es tener datos precisos y actualizados, por ejemplo del tráfico en su ruta; del tiempo de espera en la caja de un banco; de su turno de ingreso a una dependencia pública para realizar un trámite, o incluso de los asientos disponibles que hay en una sala de un cine, por solo mencionar algunos casos.
Nunca sabremos cuan tortuoso habría sido el tormento de Florentino Ariza al ver las fotos de Fermina Daza en los primeros meses de su viaje a Paris en una red social. Tampoco sabremos de su reacción cuando al creerse liberado del dolor de verla perdida, recibiera entre sus notificaciones la noticia de que el amor de su vida ya se encontraba en la ciudad, feliz y encinta de seis meses. En los tiempos del cólera de Garcia Márquez, estos toques espectaculares de ciencia ficción quizá habrían matado a la novela, o quizá habrían convertido a Florentino Ariza en una especie de bloguero romántico emboscado por los caprichos de la adversidad; o un usuario empedernido de cuanta herramienta tecnológica brotara con el único fin de mantenerse al tanto de cada respiro de la señorita anti-berenjena.
Lo cierto es que actualmente los ciudadanos somos usuarios de una gran cantidad de información que nos mantiene al tanto de nuestro entorno, de amigos y familia, del tiempo y sus inclemencias. Sin lugar a dudas somos usuarios de valiosos datos que nos permite tomar mejores decisiones, ya sea para evitar contratiempos, aprovechar promociones, expresar ideas o promover productos. Somos usuarios que forman redes de comunicación, que comparten datos y noticias de último momento, somos usuarios que nos mantenemos actualizados casi al instante de cualquier circunstancia que ocurre en nuestra ciudad.
Ante tantas oportunidades que provee la tecnología y su consecuente manejo de información, un ciudadano puede transformarse y pasar de ser un usuario a un consumidor, lo que pudiera convertirlo en un cliente potencial. De manera primigenia, Internet y sus herramientas surgieron, entre muchos otros propósitos, con la filosofía de comunicar y compartir. Esta filosofía a lo largo de las últimas décadas ha sufrido transformaciones, y aunque no ha dejado de mantener su propósito original, cada vez es más frecuente ver la comercialización de la información, por lo que los usuarios, en cierto sentido y repito, solo en cierto sentido, dejan de serlo para convertirse en clientes.
Habría que saber distinguir aquellas propuestas audaces, que más bien parecen ocurrencias progresistas con sabor a disparate, de una verdadera opción que resulte útil para cualquier ciudadano. Sin embargo, como cualquier moda; ¿Quién puede saberlo? Son solo ideas puestas en marcha, especulaciones que de repente ven en sí, una oportunidad para hacer negocio. En ese sentido habría que observar cuidadosamente la misión de cada propuesta que como ciudadanos nos resulta interesante. Algo positivo de ver al habitante de una ciudad como cliente potencial, es que estas propuestas son también fuentes de empleo, cuyo mundo tan competido provoca de manera casi intrínseca la mejora de la calidad de sus propuestas.
Muchos gobiernos han prestado especial atención a este fenómeno y han puesto al acceso público la información que sus respectivas instancias o dependencias han colectado. Ya sea para impulsar un negocio o simplemente para generar un bien común, estos datos, conocidos como datos abiertos gubernamentales, son generadores de muchas oportunidades para los ciudadanos en general. Un habitante de la ciudad, al final puede pasar de usuario a cliente, según sea el propósito con el cual es creada la aplicación de datos que utilice y pospuesto según sus necesidades.
En México existe datos.gob.mx, que es un proyecto donde es posible descargar datos abiertos de distintas dependencias del gobierno y que pueden ser usados en ambos sentidos, tanto por usuarios como por personas o empresas que quieran generar un negocio a partir de esta información. Al final ser un ciudadano usuario de información, o cliente de datos específicos estará determinado por la intención con la que sea creada una propuesta. Es por ello que un ciudadano es un usuario y también un cliente de los datos que necesita, lo importante es, en todo caso, que en términos prácticos se beneficie de su uso y le ayude a tomar mejores decisiones.