Facebook pone en marcha en los Estados Unidos su anunciado Facebook Town Hall, la posibilidad de utilizar Facebook para ver quiénes son los representantes de los ciudadanos en las distintas instituciones, y conectar con ellos a través de sus páginas en Facebook con el fin de hacerles llegar sus preocupaciones, peticiones, protestas, etc.
El desarrollo de Facebook tiene muchísimo sentido en democracias en las que existe un vínculo directo entre los ciudadanos y sus representantes, frente a aquellas en las que los representantes son simplemente elegidos por el líder de un partido que los presenta a los electores en forma de listas cerradas. En democracias como la española, más calificables como de partitocracias, el vínculo entre representantes y representados se encuentra completamente diluido: el ciudadano vota a unas siglas, a un partido, no a una persona en concreto, y dado que su representante no es decidido por ellos sino por el presidente de dicho partido, comunicarse directamente con él tiene muy poco sentido. De hecho, muchos diputados o senadores españoles tienden a “protestar” cuando reciben un número que consideran excesivamente alto de correos electrónicos de los ciudadanos, que consideran imposibles de gestionar. En los casos en los que los representantes se esfuerzan por contestar, se trata de un esfuerzo voluntarista: en realidad, esos correos electrónicos no tienen por qué proceder de los ciudadanos de su circunscripción, y aunque el político podría llegar a mejorar su reputación o a generar cierta afinidad gracias a ese comportamiento, su designación para representar o no a esos ciudadanos o a los de otra circunscripción no depende de su comportamiento o acciones, sino de la voluntad o necesidades de su partido.
En países como los Estados Unidos o el Reino Unido, en los que los ciudadanos escogen directamente a su representantes en cada una de las instituciones, ofrecer a esos ciudadanos una forma de conectar con ellos tiene todo el sentido del mundo. Los representantes perciben perfectamente la importancia de ese vínculo, y se ven obligados a pensar en las consecuencias de ejercer acciones que sus votantes puedan considerar una mala representación de sus intereses. Igualmente, tienen que pensar constantemente en la atención que ofrecen a esos votantes: representantes que no contestan a los ciudadanos a los que representan o que no lo hacen adecuadamente descienden rápidamente en sus preferencias, lo que crea un incentivo a mantener el vínculo directo. De hecho, una buena parte de la oficina de un representante político suele estar dedicada al desarrollo de infraestructuras para gestionar ese diálogo con sus ciudadanos.
Los ciudadanos, en este tipo de democracias, pueden clasificarse en función de su nivel de actividad política. Aquellos que desarrollan una actividad política consciente e informada tienden no solo a votar en las elecciones, sino a hacerlo escogiendo a un representante en concreto que consideran que defenderá sus intereses adecuadamente, y valoran la posibilidad de poder mantener una comunicación con ese representante si consideran que existe una necesidad para ello. Pero incluso aquellos ciudadanos que no votan o que no mantienen un nivel de información adecuado pueden encontrar valor en una herramienta que les permite saber quiénes son realmente sus representantes, aunque no hayan sido votados por ellos, por el hecho de residir en un lugar determinado, y mantener su posibilidad de influenciarlos o de demandarles explicaciones.
¿Hasta qué punto existe una madurez en la relación entre representantes y representados que evite que ese supuesto diálogo no se desarrolle en forma de conjunto de gritos? Depende en gran medida de las acciones del representante en cuestión, tanto de su sentido, como de su capacidad de explicarlas de una manera adecuada, o incluso de su habilidad a la hora de gestionar esos foros generados por la herramienta para evitar que puedan verse tomados por radicales o invadidos por insultos o por actitudes poco cívicas. En cualquier caso, el desarrollo de una herramienta de este tipo solo puede contribuir de manera positiva, facilitando que dicha relación evolucione y se haga más útil con el tiempo. En el fondo, Facebook Town Hall solo refleja que en estos tiempos, Facebook se ha convertido en el canal a través del cual muchos ciudadanos participan y se informan, de manera que está en la situación de poder ofrecer tanto a los ciudadanos una herramienta cómoda, como a los representantes una manera de gestionar esa relación bidireccional. Algunos, de hecho, han calificado Facebook Town Hall como “lo mejor que ha hecho la compañía“. Y a mí, desde la distancia de una partitocracia como la española en la que Facebook Town Hall no tendría ningún sentido, decididamente me lo parece. De hecho, me genera una buena dosis de envidia.
Publicado originalmente en el Blog de Enrique Dans.