#1. “LOST IN TRANSLATION”: CIUDADES INTELIGENTES, SMART CITIES E INNOVACIÓN URBANA. POLISEMIAS CULPABLES Y CIUDADES ASEXUADAS
Durante estos años no he conocido a ningún orador/escritor cualificado del pequeño universo de las Ciudades Inteligentes que supiese definirlas sin emplear siete u ocho líneas de texto, al menos dos oraciones subordinadas y sin recurrir al inicial y prudente extrañamiento/alejamiento conceptual que encierra aquel “Ciudad Inteligente es aquella que” + (puntos suspensivos).
No nos remontaremos a los orígenes (corporativos y anglosajones) del término. En cualquier caso, la tarea de conceptualizarlas no ha impedido que se pueda hablar de un común denominador semántico de la Ciudad Inteligente que apunta, acríticamente, a la aplicación de tecnología para una mejor provisión de servicios y una optimización de los recursos a disposición de los Ayuntamientos y responsables municipales, con el fin último de mejorar la habitabilidad de las ciudades y sus moradores. “Y dos huevos duros”, añadiría.
Sin embargo, este relato extraordinariamente instrumental de la Smart City, que bebe casi exclusivamente de las fuentes del management y la consultoría, y que nos presenta una Ciudad Inteligente asexuada y roma, descompuesta en procesos funcionales y entrañas infraestructurales, está condicionando las posibilidades de elección de los responsables municipales en relación con los modelos de desarrollo y adaptación urbana en los próximos años, predeterminando un listado funcional de prioridades a atender y un caudal de recursos a emplear sin los cuales no puede plantearse una estrategia viable de Innovación Urbana.
El relato de la Smart City descansa, como pocos, en una suerte de determinismo tecnológico descaradamente optimista que apunta a un escenario incondicionado de mejora lineal de las condiciones de vida urbanas (desde luego, deseable), incompatible con enfoques algo menos autocondescendientes, y en los que debates abiertos como los del decrecimiento, la resiliencia, las crecientes tensiones entre igualdad/desigualdad o ciertos enfoques panópticos y de control parecen no tener cabida.
En todo caso, esta visión comunicada de la Ciudad Inteligente, una suerte de lingua franca Smart impuesta por los tecnólogos, no debería hacernos olvidar que existen otros modos de entender y explicar la Smart City.
#2. “HABLEN ENTRE USTEDES”: HACIA UN ENFOQUE RELACIONAL DE LA SMART CITY
Hace meses se hizo viral en redes sociales, el cartel de un bar en el que su propietario, posiblemente cansado de que le hiciesen la dichosa pregunta, anunciaba que no disponía de conexión wi-fi y hacía un canto a la alteridad, el diálogo y las relaciones humanas.
En el mismo orden de cosas, basta hacer una búsqueda sencilla en Google del concepto ‘Smart City’ para comprobar dos realidades:
La primera, que los aproximadamente 226.000.000 de resultados (detectados en 0,61 segundos) que arroja la consulta (julio de 2015), dan una medida del interés en torno al concepto. La segunda, es que las imágenes que nos sugiere el buscador nos presentan un relato icónico de la Ciudad Inteligente en el que diagramas, vectores e infografías vuelven a primar esa ingeniería de procesos y un cierto deleite por las vísceras de la ciudad, devolviéndonos unos resultados de búsqueda en los que no aparece, por cierto, persona alguna.
En efecto, más allá del gadget, las métricas y las entrañas funcionales de la Ciudad mantengo que debería apuntarse a un enfoque relacional de la Ciudad Inteligente, que subraya la irrupción de una nueva sociabilidad urbana que caracteriza la vida actual de los ciudadanos en comunidades urbanas híbridas y difusas, fuertemente tecnologizadas y en las que los usos, modos y patrones de comportamiento, la alteridad y las relaciones con el propio medio urbano están cambiando de manera radical por la irrupción de dispositivos, nuevas mediaciones, interfaces personalizados y en todo caso, no pocas percepciones híbridas y aumentadas de la realidad.
En este sentido, la existencia de agendas asimétricas para el ejercicio del gobierno municipal y la presión permanente por parte de los administrados, grupos de presión, shadow cabinets y de quienes controlan, desafían y aspiran a sustituir a los gobernantes, impiden a nuestros dirigentes locales aventurarse por los vericuetos del alma de las Ciudades Inteligentes, asumiendo, acríticamente, el modelo imperante y sus derivadas en forma de productos y plataformas, adquiriendo automática e imperceptiblemente, y sin ulterior reflexión, un bagaje en el ámbito de la comunicación de la innovación urbana marcadamente sesgado y empobrecido y que constituye, en no pocos casos, la causa del fracaso de un buen número de proyectos de Smart City mal entendidos y peor explicados por quienes debían liderarlos.
#3. VER (Y ENTENDER) PARA CREER: SMART CITIES, LIDERAZGO Y LA TENSIÓN SEXUAL NO RESUELTA ENTRE TECNÓLOGOS Y NEO-PRIMITIVISTAS DE LA CIUDAD
La Ciudad Inteligente es, más allá de las etiquetas, las modas, los portafolios de las empresas y las (respetables) críticas de los apóstoles de la negatividad, un cambio de paradigma natural en la forma de entender, planificar y gestionar la ciudad.
Como decía Einstein: “Si no sabes explicar algo de manera sencilla, es que no lo entiendes del todo”. En este contexto, difícil será que luego puedas motivar equipos, colaboradores o socios o implicar a la ciudadanía en un proyecto de Smart City / Innovación Urbana si no lo has influido en su caracterización, o si no te lo crees o lo has entendido.
En un proyecto de Smart City es necesaria la conformación previa de una cadena de códigos, compromisos e intereses compartidos entre líderes municipales, equipos de asesores, empleados públicos, sector privado y ciudadanía que estimulan la interacción y las aportaciones de valor al proyecto, situándolo en el centro de la agenda política, comunicacional y de prioridades del municipio, reforzando su impacto y efectos, aunque como cualquier producto nacido del ingenio humano en nuestras sociedades democráticas, no esté libre de la crítica y la opinión desfavorable de otros.
Las ciudades son entes heterogéneos, complejos, dinámicos y netamente originales, y aunque la tecnología que informa el discurso de las Ciudades Inteligentes no deja de ser una herramienta para facilitar y consolidar procesos de cambio, lo cierto y verdad es que una visión excesivamente determinista, tecnificada y reduccionista del fenómeno urbano alienta el discurso y la reacción de los neo-primitivistas, que al margen de exóticos planteamientos, ayudan a conjurar el impacto de los relatos mesiánicos y las visiones holísticas bajo licencia en manos de los vendors habituales.
Cuentan que Saloth Sar, que se ganó un merecido lugar en la historia de la infamia humana con su sobrenombre, anunciaba en sus discursos a los Khamer Rouge un futuro radiante para Camboya, marcado por el destierro de cualquier forma de tecnología y un modelo económico primitivista.
#4. “ES LA AGENDA, ESTÚPIDO”: POLÍTICA Y LIDERAZGO EN LA REPÚBLICA DE DATOS.
Si algo he aprendido en estos años, es que las decisiones estratégicas sobre el futuro de la ciudad requieren del ejercicio efectivo del liderazgo y de la conformación de una agenda política coherente con esa vocación de presidir/acompañar la transformación de la ciudad. Probablemente, en la era de las redes y la abundancia de información, que han convertido a nuestras Ciudades en verdaderas Repúblicas de Datos, este liderazgo sea más efectivo cuanto más horizontal y poroso sea.
Mucho ha llovido desde que el dramaturgo español Félix Lope de Vega escribiese en 1620 su pieza “El mejor Alcalde el Rey”, pero la percepción sobre el rol del liderazgo en nuestras ciudades no ha cambiado en exceso, aunque sí lo ha hecho la forma en que los ciudadanos se organizan, discuten y desafían al poder y son capaces de colocar efectivamente los big issues en la agenda de la política y los medios de comunicación, cuando no de marcarlas y definirlas. Esto lo ha definido inteligentemente el experto en comunicación Antoni Gutiérrez Rubí con su gráfico eslogan “de las sedes a las redes”.
En nuestras ciudades, y por razones de legitimidad, cercanía al elector, espacios competenciales y ciertas pulsiones presidencialistas, este liderazgo parece corresponder, de manera natural a los Alcaldes, Intendentes, Munícipes, Presidentes de Cámara. Algunos, además, han abrazado con fervor el uso de las redes sociales (por ellos, o por equipos interpuestos de colaboradores), utilizando esta estructura reticular y digital como plataforma de comunicación.
En este contexto, no pocos líderes municipales han encontrado en el recurso al imaginario de las Smart Cities un vector de dinamización de las agendas municipales y un contrapunto discursivo a la atonía y al pesimismo generalizado que ha marcado la realidad de unas economías interconectadas mundialmente, frágiles y en todo caso, sometidas a vaivenes permanentes.
Sin embargo, la consolidación de este paradigma genérico de la Smart City ha servido para animar, de manera ciertamente interesante, el panorama de la innovación municipal española, incorporando a la agenda de la política y al ámbito de las decisiones (y a la de los medios de comunicación), un enfoque de renovado interés pragmático en torno al futuro de la ciudad frente a los retos de la humanidad que acompañan la llegada del nuevo milenio, de naturaleza eminentemente urbana, y que se significan fundamentalmente en clave de escasez de recursos, sobrepoblación, desigualdades y cambio climático.
Esta realidad ha implicado que, al menos para urbes que superan cierto tamaño crítico y poseen una vocación (por pequeña que sea) exterior, los mandatarios municipales hayan de enfrentarse a un nuevo panorama de gobernanza caracterizado por la tensión entre la necesidad de atender desafíos y necesidades híper-locales y el ejercicio de la influencia y las posiciones activas en redes súper-globales, que se traducen en programas de gobierno y decisiones que tratan de equilibrar ambos planos de realidad de las ciudades.
Preguntado en una ocasión por la incidencia de la incidencia de las redes sociales en la agenda de gobierno, el célebre ex Alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg apuntó que a él le resultaba imposible gobernar para los próximos 5 minutos (tiempo medio de duración.n de un hashtag) duraci Cámara.ón de un hashtag). Esta dictadura del ‘tiempo real’, impulsada por los timelines y muros de las redes sociales está obligando a una transmisión incesante de información hacia el usuario/ciudadano y a la provisión de resultados cuasi-inmediatos en relación con las peticiones unívocamente cursadas hacia los ámbitos de gobierno, con objeto de evitar la decepción, el desinterés y el desencanto institucional de los nuevos moradores digitales de nuestras ciudades.
Desde luego, en ámbitos empresariales y comerciales (banca, seguros, tecnología, etc.) se libra una costosísima batalla por comprender y seducir a los denominados Millennials (a mí, para el ámbito de las ciudades me gusta llamarlos Digizens, Digital-Citizens), que no se ha trasladado, de momento, al entorno de la innovación urbana y el compromiso generacional, presente y futuro, con las ciudades.
#5. “DADME UNA PALANCA Y MOVERÉ EL MUNDO”: PLATAFORMAS, DASHBOARDS Y EL CIUDADANO-PIXEL
La búsqueda del apoyo de la ciudadanía y del respaldo activo de los ecosistemas ciudadanos y empresariales locales a los proyectos de innovación y modernización urbana, bajo el paradigma Smart City, se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los líderes municipales más dispuestos a innovar en este campo.
Parece oportuno señalar, frente a quienes en el sector propugnan una simplificación (cuando, no, una pura automatización) de la acción de gobierno de la ciudad a la gestión de datos, las métricas y la información que ni la acción de gobierno se desarrolla en un Ipad ni los ciudadanos somos meros píxeles en una pantalla de control, y podemos llegar a tener (buenas/malas) ideas que den al traste con este escenario. He conocido excelentes interfaces e infografías que no aguantaban media hora de gestión en tiempo real de una ciudad.
Por esta razón, la batalla por el compromiso de los Digizens con nuestras Ciudades Inteligentes (y el éxito del paradigma Smart City) pasa, en primer lugar, por el impulso, a través del diálogo interactivo entre el hardware de la ciudad y los usuarios/habitantes que la moldean y la transforman cada día, de una nueva experiencia de ciudadanía ampliada (llamémosla urban hacking) que afecta también a la relación dinámica del ciudadano con su entorno físico y relacional. Igualmente, más que pensar en la visualización de datos, las métricas o las impactantes infografías, una visión de la ciudadanía urbana más allá del enfoque pixel-citizen pasa por apostar por el diseño interactivo (Interaction Design), la dinámica de juegos y recompensas (Gamification) y el urbanismo táctico.
Por ello, si te acercas como proveedor de servicios a un municipio que pretende ser inteligente, no dudes en conocer, al menos 240º de los 360º que componen la visión compleja de una ciudad. Te vendrá bien.
#6. “DESPUÉS DE MÍ, EL DILUVIO”: SMART CITIES QUE, COMO ALGUNAS MASCOTAS, SE PARECEN DEMASIADO A SUS DUEÑOS
“Aprés moi, le déluge“. Al monarca francés Luis XV se le atribuye la paternidad de la frase que encabeza este apartado, pronunciada en los últimos años de su vida, cuando el descontento popular presagiaba un fuerte estallido social en Francia y el acero de las guillotinas se estaba forjando en las fraguas de París. Esta afirmación, paradigma de la indolencia y del egoísmo político, bien pudiera atribuirse a algunos responsables municipales en relación con los personalísimos proyectos que impulsan durante sus mandatos.
Un proyecto estratégico de innovación urbana coherente y sólido, es una herramienta para el futuro de la ciudad y no el enésimo Libro Blanco/Plan Estratégico que pasa a integrar anaqueles que nadie consulta al día después de producirse un cambio de gobierno local.
Los tiempos de “este pantano fue inaugurado por…” han pasado a mejor gloria, y los partidismos, facciones y visiones cortoplacistas son incompatibles con un enfoque estratégico transformador para la ciudad. Además, salvo los incondicionales, los fieles y algunos inimputables, los demás no entendemos estas lógicas instrumentales con fecha de caducidad.
#7. “FEO, FUERTE Y FORMAL”: LA SMART CITY ANTE EL ESPEJO
La estrategia de innovación urbana debe incardinarse en el marco de una visión comprensiva y honesta de tu ciudad, coherente con sus propiedades, aspiraciones, virtudes y defectos. Igual que no hay hijos feos para sus progenitores, hay ciudades, mandatarios (y empresas, consultores y gurús que las jalean) que han abrazado el paradigma de la Smart City de manera esencialmente acrítica e irreflexiva, incurriendo en lamentables episodios de impostura urbana con cargo al presupuesto municipal y contra las ilusiones y expectativas generadas.
Este ejercicio neo-ignaciano de la introspección, complementado con una visión comparativa (benchmark) sobre lo que los demás están haciendo, permitirá canalizar correctamente los bríos de la innovación y apostar por un camino u otro, evitando la impostura. En este sentido, creo que resulta casi imposible –y seguro, inconveniente- pretender abordar desde un primer momento todas y cada una de las derivadas de una Smart City en un proyecto, debiendo priorizar acciones, recursos y estrategias.
No conozco ninguna ciudad que después de haber hecho el examen previo de su adn y haber detectado en trazo grueso sus necesidades, haya decidido aplicar una estrategia de Innovación Urbana que afecte simultáneamente a la iluminación, la seguridad, la movilidad, el urbanismo, la salud, la cultura, el patrimonio o el turismo, por citar algunos de los frentes habituales en los que se despliega el concepto de Ciudad Inteligente.
Aunque la Innovación Urbana no conoce de tamaños o complejos, parece a priori más inteligente jugar un par de temporadas con comodidad en una categoría en la que podamos aprender, probar, ensayar y consolidar nuestro proyecto junto a otras ciudades y competidores de nuestra escala.
Si convenimos en que el espejo dominante de la Innovación (tecnológica) Urbana y la Ciudad Inteligente nos ha presentado una ciudad tecnificada, autómata y casi gris (Fea), hecha de procesos y entrañas y sistemas (Fuerte) y muy previsible y algo panóptica por razón de la tecnología (Formal), no estaría de más hacer que muchas ciudades que se dicen inteligentes hicieran un ejercicio de honestidad identitaria, erradicando la impostura y apostando por incorporar al proceso de modernización a otros profesionales y sectores vinculados a la comunicación, el (buen) diseño o la belleza. Nos iría a todos mejor.
#8. CADA VEZ QUE EN UNA PRESENTACIÓN DE UNA INICIATIVA DE SMART CITY SE ALUDE AL ROL DEL CIUDADANO EN EL CENTRO DE LA ESTRATEGIA, MUERE UN ÁRBOL EN CANADÁ
A medio camino entre el fado y el reggeaton, se encuentra el ritmo correcto para que baile el Ciudadano. Resulta necesario incorporar un enfoque Civicéntrico (el ciudadano en el centro) a la Estrategia de Innovación Urbana del municipio.
Más allá del recurso argumental en el ámbito de lo políticamente correcto en el que se ha convertido esta apelación a la participación del ciudadano, lo cierto y verdad es que en no pocas ocasiones los proyectos de Smart City no logran enganchar en modo alguno con quienes deberían ser sus destinatarios naturales.
El problema es que, más allá de la ironía que me perdonarán mis colegas, este discurso determinista, buenista y políticamente correcto en torno al papel de la ciudadanía en los proyectos (tan pragmático, como hueco), se ha colado de manera definitiva en el relato de la Ciudad Inteligente, y no parece que lo haya hecho sobre fundamentos críticos o empíricos que permitan conocer su alcance y resultados. El binomio “Tecnología-Ciudadanos recuerda, de alguna manera a aquél“Soviets y Electricidad” que invocaba el joven Lenin como fundamento esencial de la revolución proletaria. Y sabemos que no funcionó.
En todo caso, desde aquí apuntaría que una apuesta decidida por la comunicación, la transparencia y rendición de cuentas gubernamental, el buen diseño user-centered, la co-creación (cuando se pueda) de servicios y un enfoque orientado a fomentar el orgulloso sentido de pertenencia individual y comunitario a un proyecto del que se forma parte activa, deberían bastar para acabar con el eterno debate top-down/bottom-up en el diseño de la Ciudad Inteligente y además, ahorrarnos no pocos minutos de demagogia polite en congresos, conferencias y keynotes.
[Postdata: mi carta a los Reyes Magos incluiría también una petición de destierro temporal para el próximo ponente que empiece su charla con aquello de “En 2030, el 60% de la población mundial vivirá en las ciudades…” aunque esto hoy me parece francamente inalcanzable].