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Después del temblor tenemos que reiniciar nuestro propio sistema social. Los sismos de septiembre de 2017 han sido totalmente diferentes a los que vivimos en 1985 y en otros años, no sólo por su intensidad, sino porque hemos acumulado cierto conocimiento o “miedo” acerca de ellos. Pero también porque tenemos nuevas tecnologías que nos han ayudado a enfrentarlos de forma diferente.
Aquí recojo algunas lecciones que, a mi parecer, nos dejó este fenómeno natural:
Primera lección
Las redes sociales sí sirven en situaciones de emergencia. Quizás no puedan predecir una elección, pero es claro que la tecnología de comunicación que seguía funcionando segundos después del sismo era WhatsApp. También lo hizo Twitter en su momento, pero WA logró comunicar, tranquilizar y comenzar a organizar. En seguida se multiplicó esta ayuda en las otras redes sociales digitales: Facebook, Instagram, Twitter, etc.
Es evidente que la velocidad con la que circuló la información en los primeros minutos y horas redujo sustancialmente la incertidumbre, logró canalizar la ayuda inmediata y estableció las primeras acciones que se requerían para sortear la emergencia.
Segunda lección
Viene ligada a la primera y es que también las redes sociales digitales ayudaron a propagar rumores y noticias falsas. Si bien resulta evidente el potencial que estas tecnologías tienen, parece que también existen sus riesgos. El caso de #FridaSofia es un ejemplo de noticias falsas y de la posverdad, donde a través del manejo de las emociones —el deseo de rescatar a la pequeña “artificialmente creada”— se concentraron los medios de comunicación y las noticias en línea para hacernos olvidar el resto de la emergencia. No supimos más lo que pasaba en los municipios afectados de Morelos, Estado de México y Puebla que habían sufrido daños mayores o similares a la Ciudad de México.
La proliferación de información sobre planes de emergencia y nuevos sismos “pronosticados” se sumaba a las noticias del Apocalipsis y del fin del mundo. Las redes trajeron consigo información para salvar vidas y también una sobreinformación que, si te conectabas con ella, terminabas más nervioso e intranquilo que antes.
Tercera lección
La información logró renovarnos en dos aspectos: la participación ciudadana y un nacionalismo perdido. Este despertar social de la hipnosis en la que nos hallábamos hizo que, por un momento, nuestros adolescentes se despegaran de la pantalla del celular y fueran a atender a su hermano, su primo o cualquier desconocido. Nos obligó a apagar la conexión de internet por unas horas y dar abrazos, palabras de aliento, quitar piedras o preparar alimentos.
Al mismo tiempo, esas imágenes de la bandera y el himno nacional que quedaron en nuestras mentes y nuestros corazones circularon por todo el mundo, producto de las Tecnologías de Información y Comunicación, que las compartieron propios y extraños para dar a conocer una cara diferente de un México vivo, solidario y más presente que nunca en las desgracias, en lugar de un México inseguro, plagado de corrupción y narcotráfico.
Cuarta lección
Trascendió la participación ciudadana con tecnología y me refiero particularmente al caso de Change.org. La petición que hizo circular Eduardo Alonso de que el dinero destinado a las campañas electorales del año entrante se destinara a la reconstrucción de las viviendas tuvo un éxito inusitado. Ésta circuló en las redes sociales con gran velocidad, haciendo posible recolectar más de medio millón de firmas en pocas horas y obtener más de dos millones de firmas de apoyo en cuestión de días. Se convirtió en un récord histórico para esta iniciativa de generar participación política a través de la firma electrónica.
Change.org fue también el medio en el que los mexicanos expresamos nuestro descontento con la clase política y, al mismo tiempo, se exhibieron a los partidos políticos y sus dirigentes en torno a su inacción e incompetencia frente a la emergencia y el tremendo gasto que llevamos a cuestas para financiar la democracia. Esta participación en línea traerá consecuencias diversas, además de un riguroso escrutinio de los recursos públicos comprometidos y un mayor compromiso por parte de los ciudadanos para usar tecnologías con fines políticos.
Quinta lección
Nos obliga a replantearnos: con toda la tecnología que hoy tenemos a nuestro alcance, ¿qué estamos haciendo para convivir con este fenómeno natural que seguramente se repetirá en el futuro? Está claro que vivimos en una zona sísmica; por lo tanto, además de tener escáneres infrarrojos para detectar vida o perros entrenados que ayuden en los rescates y una alarma sísmica, ¿qué más podemos hacer?
El más reciente sismo nos deja el reto de organizarnos mejor con apoyo de la tecnología. Si bien voluntarios y ayuda fluyeron a raudales, el caos imperó en la desgracia. Hubo lugares donde había mucho y en otros escaseaba, ya sea personas, víveres o rescatistas. Necesitamos tecnologías que, además de comunicarnos, nos ayuden a organizarnos de forma más eficaz. Requerimos protocolos —no bastan los simulacros anuales— para que cada persona se active y tenga una función específica y un entrenamiento que ayude a salvar vidas, organizar ayuda o contener la emergencia.
Los sismos de septiembre 2017 nos dejan muchas tareas y nuevos retos. Nos despertaron social y políticamente, y aún no alcanzamos a ver el final de sus efectos, pues estamos al inicio de una nueva etapa en términos de organización social, política y de administración de riesgos para México.
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