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El despegue de la Administración Digital

El despegue de la Administración Digital

En el 2020 algunas personas se manifiestan poseídas por una inspiración divina y empiezan a decir que la Administración Electrónica comienza por los cambios administrativos y culturales, y que el formato electrónico pasa por redefinir el procedimiento, no en trasladar nuestra pesada ineficacia a una burocracia 2.0. 

Ha tenido que pasar una quinta parte del siglo XXI, más una pandemia, dos crisis, miles de casos de corrupción y la amenaza de Europa de que, si España no se moderniza, no entrarán fondos europeos. Todo ello con la Inteligencia Artificial y el Blockchain mirando de reojo lo que hacemos. 

En fin, más vale tarde que nunca y se puede ganar de penalti en el último momento. Bienvenidas sean estas “ideas” nada innovadoras si por fin son llevadas a la práctica (al menos por parte de la mayoría). Si por fin el mensaje cala, todo habrá valido la pena. 

Los innovadores tardíos nos sirven. Otros no llegan a tanto, están atascados en el debate sobre la entrada en vigor. Ánimo, que también se puede ganar de penalti en el último minito de la prórroga.

El caso es que, aunque suena un tanto vergonzoso, ha tenido que venir una pandemia mundial para que esto se mueva (en algunos casos ni por esas). Estamos finalizando un annus horribilis. El contexto social, económico, tecnológico, presupuestario, etcétera, en el que se va a desarrollar el próximo 2021 viene marcado absolutamente por la enorme sombra del coronavirus, al que, sin embargo, hemos querido considerar (porque así lo pensamos y también deseamos que así sea) una oportunidad. 

Con cada crisis, una nueva forma de administrar

No es el primer aviso (aunque evidentemente sí el más serio), otras situaciones negativas han impulsado en el presente siglo a la Administración Electrónica en sus distintas facetas. La crisis de 2008, por ejemplo, puso en valor esa vertiente de ahorro burocrático y económica implícita en la tramitación electrónica. 

Por su parte, ante la explosión de los numerosos e incidentes casos de corrupción, se entendió que un buen antídoto era la implantación de un procedimiento trazable, rastreable y, por supuesto, transparente. 

De pronto irrumpe el coronavirus, capaz de colapsar un país (España) que, cogido por sorpresa, se ve obligado a poner a prueba sus recursos del presente y demostrar, ante una diversidad muy real más allá de simulacros, hasta qué punto estaba al menos mínimamente preparado. 

Y no lo estaba, salvo honrosas excepciones que hemos visto más en la esfera privada y menos en la pública porque, de lo contrario, no hubiéramos tenido problemas en teletrabajar (los empleados públicos), y teletramitar (los ciudadanos y otros usuarios). Muchas medidas se han tomado deprisa y a la desesperada, y, tras la crisis, habrá que ver hasta qué punto son válidas y susceptibles de ser consolidadas.

Sin embargo, la experiencia, pese a todo, ha sido positiva. Ahora el reto es consolidar lo nuevo y “bueno”, y desechar de una vez lo viejo y obsoleto. De todas las “modernidades”, quizás la estrella de este 2020 haya sido el teletrabajo, pero somos especialistas en no aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid. 

Llevamos más de un siglo con la jornada de siete hora y media al día, y una 37 y media a la semana. Llevamos un siglo midiendo a los empleados por el fichaje. ¿Realmente eso sigue teniendo sentido? ¿No es más eficiente y mejor para todos exigir unas tareas dentro de unos objetivos y, a cambio, flexibilizar la jornada? En plena Cuarta Revolución Industrial, la cabeza de algunos sigue estando en la Segunda: fábricas, horarios, sistemas de fichaje y sueldos rígidos.

Ser una Administración Electrónica es lo mejor que le puede pasar a una administración en este momento. Es transparencia y “rastro electrónico” para luchar contra la corrupción (ojo con la microcorrupción, que es la heredera de aquellos grandes pelotazos). Es eficiencia para reducir el gasto público. Es simplificación para evitar molestias a los ciudadanos.

Sólo hay una cosa mejor que el expediente electrónico: el no expediente. No hay necesidad de abrir expediente por todo. A la mínima que un ciudadano nos cuenta una historia, decimos “rellene instancia”. No, más despacio. Quizás podamos ayudar a esa persona hablando con ella y orientándola. Ese es el verbo “asistir” del complicado término “oficinas de asistencia en materia de registros”. ¿De verdad tenía que llegar una pandemia para mejorar todo eso?

Plazos, ¿para qué?

Pese a todo y aunque parezca demencial, mucha gente afirma que “aún no está en vigor la administración electrónica”. 2007, 2009, 2016, 2018, 2020, 2021… Esto parece un chiste de José Mota. “Hay que implantar las leyes 39 y 40, pero hoy no. ¡Mañana!”. 

Por cierto, ¿qué es implantar? Implantar la Administración Electrónica no es hacer una llamada a una empresa. No se puede decir que fue implantada por adquirir un software. Luego se hace una nota de prensa y sale en la foto el que hizo la llamada. Qué gran gestión.

Sin embargo, más allá de plazos, ¿cómo puede justificarse, aún con la puntilla del COVID, el no estar haciendo nada? Administración Electrónica es reingeniería procedimental y funcional, accesibilidad, simplificación, automatización, interoperabilidad, seguridad, transparencia, estrategia, comunicación, formación interna/externa, asistencia interna/externa y, sobre todo, cambios organizativos y funcionales. 

Si estamos esperando tranquilamente no sé qué plazo, supongo que es porque ya estamos trabajando todo esto. No lo dudo, aunque para llegar a abril deberíamos estar en una fase avanzada. Otra opción es olvidarse de los plazos, debatir menos y hacer más. Olvidemos los plazos, por favor. 

Dicen que toda crisis es una oportunidad. Sí, pero esta no es una oportunidad normal, es LA oportunidad. Puede que la mejor que vamos a tener nunca. Ojo, que hay un momento anterior en la historia en la que la administración no existía y les aseguro que el ser humano sobrevivió. 

Quizás haya un momento en el futuro en el que tampoco exista, al menos no tal y como la conocemos hasta ahora. Soy un firme defensor del servicio público, pero no de la burocracia ni de las instituciones obsoletas en general. 

Agilizar la contratación pública

Ahora, todos (o casi todos, como indicábamos) quieren modernizar la Administración. Habrá ayuda. Ahí están los fondos europeos que financian este tipo de proyectos. Son proyectos que, en muchos casos, se van a urdir deprisa y corriendo precisamente para percibir esos fondos. 

Sin embargo, falta liderazgo. Planificación, ideas claras, determinación, formación. Observo con tristeza que nuestros políticos están absolutamente fuera de la realidad. Uno pide que la ley de contratos permita contratar electrónicamente como si hubiera descubierto la rueda y el otro dice que lo va a estudiar porque eso efectivamente podría agilizar el procedimiento. 

Ahora se habla de acelerar la contratación pública porque, de lo contrario, se perderían las ayudas europeas. Siempre hacemos lo que hay que hacer en el último momento y por la fuerza. Eso en el mejor de los casos. 

Si fuéramos decentes, devolveríamos todas esas ayudas o no las pediríamos porque, en el fondo y salvo honrosas excepciones, no hay proyecto. No tenemos nada subvencionable porque nada o casi nada se ha hecho.

El destino

Ese destino nos ha lanzado una indirecta imposible de esquivar y la sensación o más bien certeza de que es “ahora o nunca”. Es ineludible. Hasta el momento, cualquier atisbo de mejora en la administración ha sido reactivo y prácticamente nunca preventivo. 

Ahora mismo estamos inmersos en una coyuntura decisiva, en la que debemos hacer las dos cosas: reaccionar y prevenir, porque lo que tiene que venir supera, muy probablemente, a lo que ya tenemos encima. 

No es el momento de discursos moderados, de cautela o aplazamiento. Aunque sea a trompicones, hemos llegado hasta aquí, momento en el que visualizamos un contexto, pese a todo, favorable. Por nuestra parte, seremos más reivindicativos que nunca, más “radicales” porque la fruta está madura, pero habrá que consolidar lo conseguido. 

Es el momento de dar la puntilla y defender algunas ideas con más fuerza que nunca porque la administración tiene la mala costumbre de volver a las andadas. No lo podemos permitir. 

Cortesía de Nosoloaytos

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