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Liderazgo en la Innovación Pública

Liderazgo en la Innovación Pública

Innovación y liderazgo. ¿Qué tanto tienen que ver estos términos? ¿El innovador es necesariamente líder? ¿Quien es líder también innova? Sin duda ya estarás pensando en una respuesta y seguramente será acertada porque, como dijera Don Pancho, todo depende.

Con respecto al liderazgo, podemos iniciar estableciendo que es necesario que algo o algunas personas tengan un propósito, una meta, un deseo, una intención, es decir, necesitan saber a dónde se quiere llegar para que, en torno a ello, se genera una comunidad que comparta, se convenza y contribuya a lograr tal empresa. 

Por otro lado, cuando hablamos de innovación podemos asegurar que ésta es identificada, cada vez con más frecuencia, como una herramienta para permanecer vigente y enfrentar el futuro, ser diferentes y competitivos. Sin embargo, puede ser definida de manera sencilla como el hecho de hacer las cosas o prestar servicios de manera diferente y generando valor, ya sea económico o social.

Lo cierto es que para pasar del qué al cómo, de la idea a la práctica, del prototipo a la iteración y el lanzamiento, hay mucho por recorrer y más de una decena de caminos para lograrlo, identificados por metodologías, toolkits, juegos, dinámicas y principios.  

Descubrir la innovación

Estando este espacio dedicado mayormente al sector público, pero sin que ello descarte el que los conceptos e ideas vertidos en este artículo sean aplicables al sector privado, les cuento una historia.

El titular de una entidad gubernamental, un tipo bien capacitado, con causa, estructurado al hablar, con más de cinco lustros de antigüedad y con gran conocimiento de los temas, en su largo paso por la Administración Pública, se había percatado de que los trámites, en su mayoría, eran tortuosos. Asimismo, percibió que, si bien aún existían muchas áreas de oportunidad para el uso de sistemas y de que había, hay y habrán esfuerzos por innovar, los proyectos en los que la innovación estaba presente eran aislados, producto de la casualidad, o bien representaban esfuerzos heroicos de uno o pocos colaboradores.

Al preguntar al área de planeación si existía una política, lineamiento o normativa que versara sobre la innovación, se intentó señalar que la innovación aparecía sólo como consecuencia de una reforma legal o cuando se descubría un problema y que, si bien algunas normas hablaban de innovación, ésta se relacionaba con las áreas de sistemas. En efecto, no había un área que asumiera el liderazgo del tema ni un dispositivo que previera el cómo provocarla, guiarla, lograrla y volverla parte del actuar regular de la institución.

Tal situación le preocupó en demasía, ya que cada vez le costaba más trabajo explicar a la sociedad —que, por decir lo menos, va a una velocidad mayor en lo que respecta a su interacción con el mercado como consecuencia del uso de las TIC— el motivo por el cual era necesaria la existencia de la institución e, incluso, el costo de operarla.

Con ello en mente, encargó conocer cuál era el estado en el que se encontraban documentos como el plan estratégico, qué modelo de planeación regía, cuáles eran los ejes que lo integraban, si se contaba con manuales de procesos y procedimientos completos actualizados y del total de las áreas, y si se evaluaban sus alcances y se estaba obteniendo información para la toma de decisiones. Encontró que, en realidad, era un tema poco atendido.

Lo anterior lo motivó a abanderar el análisis del tema de innovación en el mundo, se convenció y contagió a otros para seguirlo en esa vía, proponiendo incluso que, al estilo de las grandes empresas, se contara con un área encargada del tema en la que se agrupara a líderes y sublíderes en innovación con objetivos claros, siendo el más anhelado el lograr la institucionalización de la innovación en la cultura organizacional —para lo cual era importante crear o convencer a la comunidad de la importancia de la innovación—.

En reacción a ello, el área de innovación creó metodologías propias. Partiendo de otras tantas probadas en la iniciativa privada, identificó el estado del arte en lo que respecta a aplicaciones y sistemas para transitar a la innovación, de forma que pronto tuvo claro que era indispensable adoptar un concepto de innovación para la entidad, explicarlo a lo largo y ancho, y de arriba a abajo en la institución y generar cursos que verdaderamente sensibilizaran al personal que integraría células de enlace para la innovación en cada área. Así, juntos garantizarían que cada miembro pudiera saber con precisión qué, cómo y para qué debía ejecutar su trabajo, al tiempo que podía conocer también lo que a cada miembro de la institución le tocaba hacer. 

Sin prisas, pero sin pausas, se empezaron a generar las bases documentales, así como la identificación de aquellos que, por sus habilidades o cualidades adquiridas, resultaban ser los mejores para fungir como enlaces. Por otro lado, se realizaron sesiones de sensibilización y enseñanza de las materias en juego, tales como innovación, procesos, calidad, administración de proyectos, diseño y gamificación. El levantamiento de toda esta información, acompañado de procesos con una visión holística, rompería los silos. 

Hoy, la comunidad entera sabe hacia dónde ir, qué hacer para llegar y cómo hacerlo, pero sobre todo para qué hacerlo; se saben parte del esfuerzo y, por ello, están dispuestos a practicarlo y evitar que el esfuerzo se detenga, ya que pronto empezaron a aparecer las recompensas que prometía el trabajo duro rumbo a la innovación. 

El puente en el camino

Regresando a las preguntas de enganche iniciales, es seguro decir que, en efecto, los términos pueden estar relacionados, ya que puedes liderar en cualquier materia, objetivo o meta que te propongas, siempre y cuando la definas correcta y concretamente, entre las cuales, sin duda, se puede contar a la innovación. Ahora bien, si lo piensas al revés, encontrarás que si quieres innovar, necesariamente requieres de constituirte como líder o seguir a uno, pues de otro modo tendrás, a lo mucho, destellos de innovación, pero no un cambio de cultura. 

El innovador, acreditado como tal, debería ser un líder, ya que ha recorrido un camino que puede constituirse en experiencia para otros porque cree en lo que hace y ha tenido éxito, pero necesita encontrar entre sus cualidades la de motivar, inspirar y enseñar para ser reconocido como tal y hacerse de una comunidad. No hay líder sin seguidores.

Finalmente, ¿quien es líder innova? Considero que si (y sólo si) está consciente de que su comunidad puede ser dirigida a través del ejemplo y la inspiración a hacer las cosas de una manera diferente, en beneficio de la comunidad y de sus usuarios. En fin, ya lo dijo Don Pancho, todo depende.

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