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¿Por qué le cuesta tanto al teletrabajo quedarse en el gobierno?

¿Por qué le cuesta tanto al teletrabajo quedarse en el gobierno?

En estos tiempos de confinamiento que hemos vivido, una de las frases que más me repetía era: “Ha llegado el teletrabajo, así, de manera salvaje, pero ha llegado para quedarse”. Casi como un mantra para convencerme, para llegar a creerme que, a pesar de haberse tenido que adoptar esta modalidad de trabajo “gracias” a un virus, realmente, según fueran flexibilizándose las medidas de entradas y salidas de las casas, del mismo modo se aplicaría, de manera ordenada y planificada, el teletrabajo. 

Sin embargo, no está siendo así. En España se está elaborando un proyecto normativo consistente en la modificación y elaboración de las condiciones para prestar trabajo por cuenta ajena a distancia que ni siquiera recoge el término “teletrabajo” y, por otra parte, no es aplicable a las administraciones públicas. 

La que sí aplica a una parte de ellas es la Resolución del Secretario de Estado de Política Territorial y Función Pública, de medidas a adoptar en los centros de trabajo dependientes de la Administración General del Estado, con motivo de la nueva normalidad, pero aquí tampoco se recoge el término “teletrabajo”, sino el de “modalidad presencial y no presencial de prestación del servicio”, estableciendo un mínimo de un día y un máximo de cuatro para trabajar de manera no presencial.

En cuanto a las Comunidades Autónomas, si bien el teletrabajo ya se encontraba regulado en diez de ellas, no se tiene constancia explícita de que se estén aplicando las citadas normas en esta “nueva normalidad”. En el caso concreto de la Comunidad Autónoma de Andalucía, donde aún no se encuentra regulado, sí tenemos el Acuerdo del 18 de mayo de 2020, del Consejo de Gobierno, por el que se ratifica el Acuerdo de la Mesa General de Negociación común del personal funcionario, estatutario y laboral de la Administración de la Junta de Andalucía, del 8 de mayo de 2020, por el que se aprueba el plan de incorporación progresiva de la actividad presencial. Nuevamente se hace referencia a modalidades de trabajo “presenciales y no presenciales”, evitando, una vez más, ese término que parece dar miedo. 

El temor por lo desconocido

Con todo esto, y sin dejar que mi manta desaparezca, me planteo cuáles pueden ser los motivos de tanto miedo a la implantación del teletrabajo. Se me ocurren muchos, pero voy a hablar de dos de ellos que, salvando honrosas excepciones, se repiten en nuestras administraciones públicas:

  • No existe el trabajo por objetivos
  • No hay confianza entre las organizaciones y las personas que trabajan en ellas

Si trabajamos por objetivos, conseguimos que, ya definidos, sea la propia persona empleada la que se organice y dé con los recursos que le llevarán a conseguirlos. Esta manera de trabajar consigue, además, flexibilidad horaria y posibilidad de realizar teletrabajo, aumento de la productividad y creatividad, mayor autorrealización y satisfacción personal, así como una mayor alineación de los valores y objetivos de la organización con los de sus empleados. Por tanto, si empezamos por definir los objetivos de nuestras organizaciones, tendremos mucho más fácil poder teletrabajar.

Por otro lado, cuando hay confianza, las personas dan un paso al frente de manera voluntaria y trabajan de forma óptima, conjunta y eficiente, y es obvio que esta forma de trabajar recuerda a algunas de las características del teletrabajo, de manera que si conseguimos que nuestras organizaciones confíen en las personas que trabajan en ellas y viceversa, también avanzaremos en la implantación del teletrabajo. 

No obstante, a pesar de que podemos identificar, como los dos anteriores, cada uno de los motivos que frecuentemente utilizan los que se han convertido en detractores del teletrabajo e, incluso, darles solución, concluyo que, más allá de solucionarlos, la verdadera cuestión que deberíamos abordar en nuestras administraciones públicas es ese cambio cultural tan necesario para avanzar hacia la experiencia de nuestras organizaciones y, por tanto, de los servicios que debemos dar a la ciudadanía. Sin embargo, no resulta fácil. Como dice Luis Rojas Marcos, “por lo general no cambiamos si no se nos obliga a ello. La verdadera reinvención no es mera transformación de actitudes; éstas son sencillas de modificar, lo complicado es alterar conductas”.

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