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10 cosas que hemos aprendido para la Transformación Digital en las AAPP a raíz de la pandemia
10 cosas que hemos aprendido para la Transformación Digital en las AAPP a raíz de la pandemia

10 cosas que hemos aprendido para la Transformación Digital en las AAPP a raíz de la pandemia

Llevamos ya poco más de un año de pandemia y aún parece quedar algo para volver a la normalidad, vieja o nueva. El reto del COVID-19 nos ha puesto a prueba como personas y como sociedad, y ha retado también a las organizaciones públicas y privadas. 

Así pues, limitados como hemos estado, hemos tenido que reinventarnos y poner a prueba ideas, paradigmas, normas y acuerdos que nos han llevado a conocernos más y mejor como sociedad y a las administraciones públicas como organizaciones. Por mi parte, señalaría 10 aprendizajes básicos: 

1. Podemos trabajar literalmente a la distancia

Antes de la crisis sanitaria el teletrabajo era algo poco generalizado. No sólo era que los países europeos con mayor implantación llegaban al 40% de su masa laboral trabajando ocasional o habitualmente en línea, es que estas cifras (que en España equivalían al 10%) no habían crecido apenas en una década. 

De repente, no quedó más remedio que trabajar online. En algunos casos se podía parar (o no quedaba más remedio), pero en otros la carga de trabajo ha sido aún más grande que en condiciones normales. Se pudo dar el salto al teletrabajo, aunque aún no sabemos cuál es el impacto real de este fenómeno, ni por tiempo (se siguen presentando alarmas) ni por condiciones (como aislar los resultados de todo lo que está pasando).

2. Muchas cosas que dábamos por sentado podían cambiarse 

No hablamos sólo de teletrabajo, sino de un montón de cosas que parecían imposibles y que han sido posibles en este caso, por ejemplo, identificarse por videoconferencia, tramitar cuestiones online o verificar la identidad sin certificados. 

No vamos a decir que esto es fruto de una rectificación, sino de tener que plantear soluciones que antes no se habían planteado porque no había necesidad. 

3. La implicación de las personas está a la altura si el tema lo merece

No podemos decir que el teletrabajo o romper con ideas preconcebidas haya sido fácil. Todo ha sido posible, en gran medida, gracias a la implicación de miles de personas que han dedicado horas infinitas y esfuerzos inconmensurables en poner en duda sus más firmes creencias o convicciones e, incluso, (como sucede con las personas que trabajan en sanidad) hasta arriesgar sus vidas. 

Se ha hecho mucho porque se apreciaba que era mucho lo que había en juego. Esto hace pensar que, quizás, cuando hablamos de resistencias al cambio, abandonos, escaqueos y demás, en parte se debe a la incapacidad de hacer partícipes a esas personas en la importancia de resolver el problema que pretendemos solucionar. 

4. No podemos decidir bien sin datos

Nos tiramos prácticamente seis meses discutiendo sobre la veracidad, integralidad, representatividad y comparabilidad de los datos. En gran medida para poder juzgar la acción de los gobiernos, pero también, por parte de éstos, para poder tomar las decisiones correctas. 

El uso de los datos para las decisiones no es algo del futuro, es algo que siempre ha estado, pero que, en este caso, ha tenido vital importancia en el establecimiento de protocolos a seguir, tanto en el análisis real de la situación como del futuro. Tener datos es imprescindible para responder a los retos globales.

5. Tener datos es algo mucho más complejo que simplemente almacenarlos

Y es que no es sólo “tenerlos almacenados”, eran absolutamente necesarios para definir quién había muerto por COVID-19, comparar la evolución de casos, descartar posibles contagios y saber si la presencia del virus es tan alta como para cerrar una zona. 

Todo esto implica decisiones que hay que tomar y que no son sencillas ni tienen una respuesta siempre fácil, pero que no podemos demorar porque no va a ser más sencilla con el paso del tiempo.

6. Tener datos no significa que la gente se los crea

La sociedad mejor formada de la historia tiene personas, miles de ellas, que creen que en la vacuna habría un microchip que nos controlará mentalmente y que el virus es un invento para implantarlo de manera generalizada. 

Lo anterior prueba que puedes tener datos, a la ciencia y todo lo que quieras de tu parte, pero la vinculación emocional del público con determinados prejuicios reduce el valor que pueden aportar.

7. Aprender lleva tiempo y errores, pero no hay otra manera de enfrentar la vida

En un año hemos cambiado nuestras ideas acerca de cómo se contagia el virus, cuál es su riesgo y cómo protegernos varias veces. 

Por ejemplo, hemos pasado de desinfectar calles y coches a usar mascarillas, y es que aprender es algo doloroso y lleno de errores, pero la mortalidad de la enfermedad y el mayor control de las cepas “tradicionales” del COVID sólo ha empezado a mejorar a partir de errores, crítica y rectificación. Sin ellos, estaríamos peor. 

8. Algunos dogmas están para caerse

Como mencionaba anteriormente, algunas cosas que creíamos imposibles o inabordables se han caído. La manera de organizar el trabajo, contactar con la administración o lograr que Google y Apple trabajen juntos son ejemplos de dogmas que teníamos y que ya no existen más. No voy a decir que estamos mejor o peor sin ellos, pero nuestra vida es sustancialmente distinta. 

9. No importa cambiar los medios si mantenemos los valores

Muchas veces las nuevas circunstancias nos llevan a tener que buscar nuevas respuestas a problemas antiguos. Estoy convencido de que muchas compulsas han sido sustituidas por declaraciones responsables (a veces con más éxito que otras) y que muchas personas que sólo querían clases presenciales se han hecho partidarias de las clases en streaming. Al final, las respuestas de los problemas son mucho más que las premisas en las que vivimos.

10. El futuro lo escribimos con los compromisos que llevamos adelante

Hemos tenido que inventar soluciones sobre la marcha. Algunas con éxito y otras con fracaso y un coste enorme, pero la cuestión es que no había nadie que pudiera decirnos qué hacer porque nadie lo sabía claramente. 

El mundo que estamos configurando a raíz de esta crisis está siendo definido mediante decisiones que se toman diariamente. No hay nada escrito y, si lo hay, en muchos casos no será nuestra mejor solución.

En resumen, esto ha sido realmente una ordalía como las del medievo. La cuestión es que, dentro de ello, hemos aprendido no pocas cosas que se pueden aplicar a entornos cambiantes y complejos que, sin lugar a dudas, nos serán de impresionante utilidad en los años que nos vienen próximamente. Esperemos tener templanza para responder a estos retos. 

Cortesía de Analítica Pública

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