El sector gubernamental ha evolucionado de manera importante la forma de interactuar con los ciudadanos. En México, por ejemplo, hemos observado un gran avance en la digitalización de documentos, tales como las Actas de Nacimiento en línea, la consulta del CURP o la firma electrónica del SAT. Este precedente extiende las oportunidades de continuar mejorando los procesos internos y externos, no sólo en la expedición de documentos, sino también para explorar el siguiente paso de evolución que, incluso, abre la posibilidad para la digitalización de la diplomacia pública.
En el paradigma propuesto por el Doctor Jay Wang, investigador y director del Centro de Estudios de Diplomacia Pública de la Universidad de California (UCS), que propone la digitalización de la diplomacia pública, observamos que, por un lado, plantea integrar herramientas tecnológicas como la Inteligencia Artificial (IA) y, por otro, trabajar en conjunto con el sector privado para generar alianzas a fin de garantizar una estabilidad tanto en el mercado como en el mundo.
Más allá de abrir el debate sobre la ejecución de una diplomacia pública para alcanzar los objetivos de política exterior, esta aseveración ofrece un preámbulo de cooperación entre diversos entes no estatales (como corporaciones y organizaciones no gubernamentales) y sociedad civil, en conjunto con los estados-nación, para lograr acuerdos de carácter formal y así establecer y compartir las mejores prácticas en materia tecnológica, así como un nuevo paradigma para la elaboración de un marco jurídico transnacional sobre el uso de las nuevas tecnologías como la IA, Deep Learning y Big Data, entre otros, sin quebrantar los derechos humanos relacionados con la privacidad de datos y la libertad de expresión.
Las bondades y limitantes de la adopción tecnológica
De acuerdo con Fadí Chehadé, miembro asesor del Centro para la Cuarta Revolución Industrial del Foro Económico Mundial, esta transformación tecnológica ha propiciado la creación de aplicaciones alrededor del mundo que han favorecido a los habitantes de regiones en vías de desarrollo. Particularmente, expone el caso en el Este de África, donde las mujeres han mejorado su calidad de vida a través de la tecnología con mayores resultados que los obtenidos con todos los esfuerzos de las Naciones Unidas durante los últimos 50 años. También resalta el caso de Honduras que, por medio de prótesis de impresión 3D, ayudan a migrantes que sufrieron algún tipo de amputación a reintegrarse en la vida laboral.
En contraparte, herramientas y aplicaciones de Inteligencia Artificial y Deep Learning han influido de forma poco positiva en la opinión pública alrededor del mundo. Basta mencionar los interminables casos de deepfaking destinados a la desacreditación de algún partido político o candidato en elecciones de diversas naciones, donde la desinformación conlleva a noticias falsas que favorecen la segregación, el aumento en niveles de violencia y, en algunos casos, el resurgimiento del racismo.
Lo anterior no significa que se deba pausar el ritmo de la adopción tecnológica. En este sentido, IDC estima que hacia 2027, más del 10% de las aplicaciones a nivel mundial estarán desarrolladas por IA sin supervisión humana, por lo que las soluciones basadas en esta tecnología continuarán siendo inversión con un CAGR (tasa de crecimiento anual compuesto) de 46.2% hacia 2021.
Por el contrario, lo pertinente sería abrir los debates a escala local y, por supuesto, con grupos interdisciplinarios que, desde sus áreas de experiencia y conocimiento, permitan un intercambio de conocimiento para no sólo continuar con los esfuerzos de alcanzar la adopción masiva de tecnología, sino crear una cooperación digital en pro del bienestar de los ciudadanos.
Un futuro digital seguro e inclusivo
Bajo la premisa de cooperación, en 2018 se llevó a cabo el Panel de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre la Cooperación Digital, donde participaron representantes de compañías como eBay, Fundación Bill y Melinda Gates, y Alibaba, académicos, organizaciones no gubernamentales y demás actores que trabajaron bajo el objetivo de la apertura del debate público a fin de impulsar la tecnología como medio para garantizar un futuro digital seguro e inclusivo y poder alcanzar los objetivos de desarrollo.
A una escala regional y de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el impacto económico de la digitalización en Latinoamérica y el Caribe ha contribuido al 4.3% del PIB entre 2005 y 2013. Este organismo se ha encargado de divulgar publicaciones sobre el avance y las recomendaciones sobre el uso de tecnología para el fomento de Datos Abiertos, comercio digital e industrias 4.0. En México, por ejemplo, la inversión en Ciencia y Tecnología apenas alcanza el 0.5% del PIB, sin embargo, sí implica un impacto significativo en el desarrollo del país, por lo que esta cifra debería ser, al menos, equivalente al 1% del PIB, de acuerdo con Julia Tagüeña, Coordinadora General del Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT).
Por otro lado, a nivel mundial, los esfuerzos de los organismos internacionales, como la ONU, han sido suficientes para alcanzar a los cerca de 78 mil millones de habitantes. La tecnología y las aplicaciones de la tercera plataforma no sólo son un habilitador de los negocios, sino un aliado para promover el bienestar social y alcanzar los objetivos de desarrollo como país y los pactados en foros internacionales. Promovamos el debate, abramos preguntas que generen diálogo interdisciplinario que nos permitan sentar las bases de política internacional. Así como la disrupción digital modificó la forma de viajar, consumir música y televisión, no descartemos que modifique la forma de hacer política internacional o, incluso, política transnacional digital.