Alrededor del 68% de la población mundial podría vivir en áreas urbanas para 2050. Es muy probable que las ciudades inteligentes formen parte de este futuro, prometiendo hacer nuestras vidas más cómodas, seguras y sostenibles.
En su mayoría, los participantes en los proyectos de ciudades inteligentes son políticos, consultores, académicos y empresas de tecnología. Sin embargo, a menudo falta el grupo más importante de participantes: los ciudadanos comunes y corrientes que tendrán que vivir en estas ciudades transformadas.
En consecuencia, las estrategias y los proyectos se centran demasiado en la tecnología y no lo suficiente en los habitantes de las ciudades. Este tema ha surgido previamente en el mundo académico y se ha respondido con marcos y estándares como el Boston Smart City Playbook.
Sin embargo, la investigación ha demostrado que todavía hay deficiencias y contradicciones con respecto a la verdadera centralidad de los habitantes. A la luz del hecho de que la centralidad de los habitantes y la participación ciudadana son factores decisivos para el éxito de cualquier transformación de una ciudad inteligente, se vuelve fundamental poner a los habitantes en primer lugar.
De lo contrario, las ciudades podrían hacer grandes inversiones en servicios que su gente no usará ni deseará. Si quienes toman las decisiones no cambian la trayectoria actual, veremos más protestas similares a las de Toronto este año.
¿Cómo hacerlo posible?
El mercado de las ciudades inteligentes está creciendo rápidamente a un volumen previsto de 158 mil millones de dólares para 2022 y muchos grupos interesados esperan obtener ganancias de esto. Para las empresas de tecnología no sólo es lucrativo desarrollar hardware y software, sino también ofrecer servicios adicionales.
Entre otras cosas, la mayoría de las ciudades no son capaces de manejar la afluencia de datos recién adquiridos e infieren ideas significativas o las monetizan, por lo que los gobiernos buscan ayuda del sector privado. Debido a la falta de personal de TI calificado, a menudo se contrata a terceros para que se ocupen de la ciberseguridad.
Debido a la popularidad de las ciudades inteligentes, los tomadores de decisiones políticas pueden usar los proyectos de ciudades inteligentes para imponer una marca y, al mismo tiempo, estimular las inversiones.
Lamentablemente, existe una gran brecha de conocimiento de tecnología en la política que limita el desarrollo de estrategias razonables. La falta de conocimiento se compensa buscando la ayuda de terceros que pueden tener sus propias intenciones ocultas.
Esta dependencia del sector privado refuerza la estrecha colaboración entre los gobiernos de las ciudades y las empresas, lo que lleva a una mayor exclusión de los ciudadanos comunes.
¿Cómo centrarse en las personas?
La ciudad de Montreal, por ejemplo, comprometió a sus ciudadanos mediante cuatro encuestas, reuniones y una línea telefónica dedicada a informar sus metas de ciudad inteligente y recopilar ideas. En total, la ciudad recopiló datos de encuestas cualitativas de 7,601 residentes, lo que equivale a menos del 0.0045% de la población de la ciudad. Es obvio que una parte no representativa de la población podría haber impactado la vida de todos los habitantes.
Por lo tanto, necesitamos una recopilación de datos más científicamente representativa. Además, se debe incentivar y reunir continuamente las opiniones y la generación de ideas de los ciudadanos, no sólo en algunas etapas de los proyectos.
La línea telefónica dedicada de Montreal logró más de un millón de puntos de datos que revelaron los deseos y problemas de sus ciudadanos. Predominantemente incluían carreteras, parques, recolección de residuos o alumbrado público.
Mientras los expertos en tecnología discuten la Inteligencia Artificial, el análisis de datos, los sensores, la robótica o la cadena de bloques en el contexto de una ciudad inteligente, los habitantes parecen definir una ciudad inteligente con menos énfasis en la tecnología.
Por ello es importante establecer un terreno común cuando se trata de definir una ciudad inteligente y educar a los ciudadanos sobre las tecnologías digitales. Por el contrario, los comités directivos de ciudades inteligentes tienen que incorporar mejor los problemas, deseos y necesidades de sus habitantes.
La opinión que importa
Pido a los tomadores de decisiones de los proyectos de ciudades inteligentes que incluyan a un grupo representativo de los habitantes de sus ciudades en sus ideas, desarrollo de estrategias e implementación de proyectos. Deben realizar encuestas exhaustivas, grupos focales y entrevistas, tener un centro de innovación abierta, tanto en línea como fuera de línea, con un sistema de votación democrático y transparente.
Los proyectos que reciben altos índices de aprobación y que los expertos consideran factibles, deben desarrollarse conjuntamente con un circuito cerrado de opiniones del público. Además, la comunicación debe ser transparente y el comité directivo interdisciplinario debe ser accesible.
Las ciudades deben brindar capacitación digital y crear conciencia para que cada habitante pueda comprender cómo se define una ciudad inteligente y las implicaciones que podría tener, como la sostenibilidad, la seguridad, los costos y la privacidad, por ejemplo.
Los socios comerciales deben seleccionarse de manera transparente, no sólo tomando en consideración el precio, sino también el uso de datos, la seguridad, el mantenimiento y la sostenibilidad, junto con otros indicadores.
En última instancia, las ciudades se construyen para varias generaciones y no para satisfacer los intereses comerciales de empresas o políticos ambiciosos que desean dejar su huella. A pesar de que una ciudad podría promocionarse a sí misma como inteligente o utilizar tecnologías innovadoras, no serviría de nada si descuida a su gente y entorno.
Para cumplir la promesa de un futuro urbano brillante, tenemos que repensar cómo diseñamos ciudades inteligentes y seguir verdaderamente la estrategia: ¡Los habitantes primero!