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El reto de innovar en el sector público
El reto de innovar en el sector público

El reto de innovar en el sector público

Sheppard decía en 1967, “cuando una organización aprende a hacer algo que no sabía cómo hacerlo antes, y procede a realizarlo en forma sostenida, entonces un proceso de innovación ha ocurrido”. El gran reto de la innovación pública es que debe ser un cambio trascendental que rompa los moldes tradicionales de la Administración Pública y genere un beneficio social.

En otros países, cuya cultura burocrática está diseñada desde la infancia a buscar la eficiencia, el orden, la organización de las actividades y procesos, es más difícil impulsar ideas que se “salgan de la caja” y que permitan ser más creativos en las soluciones a problemas cotidianos. 

Por otro lado, en países como México la creatividad parece saltar a la vista. Nuestros servidores públicos pueden arreglar casi cualquier cosa: desde un trámite hasta componer una máquina con tal de conseguir su objetivo. 

Sin embargo, en años recientes, los problemas de la Administración Pública son cada vez más complejos porque tienen un conjunto de intereses y relaciones involucradas que los han hecho más difíciles de resolver y que sólo administramos para que no crezcan. Estos llamados problemas complejos son los que requieren innovación pública. 

Hoy son muchos los administradores públicos con grandes ideas para solucionar estas problemáticas, aunque claramente se enfrentan a resistencias contra la innovación pública. Por ello, ofrezco cinco ideas que pueden explicar estas resistencias para que las evitemos o generemos las condiciones adecuadas para que la innovación ocurra y tengamos mejores resultados:

1. El temor y la pereza al cambio

Las ideas de los innovadores públicos deben pasar por el primer filtro de su jefe inmediato y la mayor resistencia que enfrentan es el temor al cambio. “¿Por qué lo quieres hacer diferente? ¿Va a ser más trabajo cambiar los procedimientos?”, son las preguntas que se escuchan a diario en los pasillos gubernamentales. 

La razón es muy clara. Nuestra cultura organizacional no está acostumbrada al cambio, a buscar nuevos procedimientos, lograr que los trámites se hagan cada vez mejor. Dicen los administradores, “si funciona de esta forma, mejor lo dejamos y no lo movemos”, ya sea por pereza o por miedo a equivocarnos con el jefe.

2. El poder de la ignorancia

Muchas veces el temor al cambio se encuentra fundado en la ignorancia. Ha pasado que jóvenes funcionarios gubernamentales, recién graduados o quienes llegan a una posición, tienen nuevas ideas basadas en las tecnologías, en los nuevos teóricos de la Administración Pública o simplemente han leído un poco más. 

Ante dicha situación, muchos jefes se sienten amenazados con esa nueva información. Su ignorancia o falta de actualización en nuevos temas hacen que eviten las nuevas ideas, aplasten propuestas innovadoras o esquiven las nuevas formas de hacer las cosas. Su propia falta de conocimientos sobre el tema los detiene y, por ello, obstaculizan a cualquiera que busque hacer innovación pública.

3. La ley, el gran obstáculo

El primer argumento que usa un jefe (por pereza o ignorancia) para evitar la innovación es “no está contemplado en la ley que nos rige. No podemos cambiar la ley para hacer lo que dices”, de tal forma que el marco legal es el primero en secuestrar las ideas originales, la creatividad y, por tanto, la innovación. 

Las leyes siempre han quedado rebasadas por la realidad. De hecho, los problemas complejos avanzan más rápido que las leyes porque impiden la implementación de nuevas ideas. Por otro lado, los vacíos legales permiten generar algunas innovaciones que superan a los marcos legales para lograr su implementación.

4. La barrera del presupuesto

La mayor limitación para la innovación gubernamental tiene que ver con los recursos públicos. El gasto para la innovación y desarrollo en las organizaciones públicas mexicanas es prácticamente inexistente, salvo contadas excepciones. Por el contrario, lo que se busca es destinar los recursos para obra pública, pago de sueldos y eventos de capacitación, pero no hay dinero para mejorar la eficiencia y productividad de los servidores públicos.

Algún jefe complaciente podrá decir “hazlo, pero no gastes dinero”, o bien, “hazlo con tu propio dinero y ya veremos”, impulsado las ideas de innovación, pero sin invertir en ellas. Esta es la excusa perfecta y una limitante más que debería atenderse para impulsar la innovación de forma institucional.

5. El ego gubernamental 

Finalmente, la innovación pública golpea el ego de algunos administraciones públicos: “Nadie puede hacer las cosas mejor que yo” y por eso impiden cualquier desarrollo o innovación que atente contra su soberbia. Son los que no adoptan las resistencias anteriores, simplemente no dejan pasar ninguna innovación que ponga en riesgo su prestigio o que exponga su ignorancia ante las tecnologías o dichas soluciones. 

En suma, la mayoría de las innovaciones de procesos y trámites ocurren a escondidas en las oficinas o departamentos que han descubierto alguna manera de hacer mejor su trabajo, evadiendo los canales legales tradicionales y dando resultados “sorprendentes” a sus jefes usando su ingenio.

Es una pena que la innovación gubernamental tenga que ocurrir así y que la que se genera en la actualidad se pierda cada sexenio o se deje de implementar en las oficinas donde cambian funcionarios. Espero que estas ideas sirvan para impulsar las condiciones idóneas donde ocurra la innovación pública que necesitamos urgentemente y ayuden a promover la investigación en el tema.

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