El aumento del precio de la gasolina en México puso en evidencia el uso político de las redes sociales digitales. Si bien el anuncio de dicho aumento se dio el 27 de diciembre de 2016 y tendría efectos el primer día de 2017, no existió una estrategia de comunicación efectiva que pudiera mitigar los efectos políticos de la explosión mediática causada en las redes sociales.
El 4 de enero ocurrieron un par de saqueos en tiendas de autoservicio y alborotos en varios municipios de la zona conurbada de la Ciudad México. Sin embargo, lo más importante fue la histeria social desatada en las redes sociales. La policía cibernética detectó más 1500 mensajes falsos en Twitter y WhatsApp, a través de 300 cuentas apócrifas que incitaban a la violencia.
El resultado inmediato: la Secretaria de Seguridad Pública (SSP) informó que recibió 40 reportes de robos falsos, 60 mensajes anónimos, 11 grabaciones falsas y 6 convocatorias a robos y saqueos. Esto implica que las plataformas de WhatsApp, Twitter y Facebook se han convertido en la plataforma de interacción ciudadana más efectiva para relacionarse con la vida política.
Las redes sociales han comenzado a darle estructura a nuestra conversación política. Las fuentes que la nutren son los amigos, los medios, los políticos carismáticos, la familia. El gasolinazo difundió el problema de los saqueos, el cierre de comercios, hasta un “golpe de estado” que se estaba planeando. La credibilidad aumentó porque eran nuestros amigos y familiares los que estaban replicando estos mensajes. Entonces era creíble lo que estaba ocurriendo y las calles se vaciaron de repente ante temores infundados.
Por otro lado, las computadoras también hicieron automáticamente lo suyo. Los algoritmos de las redes sociales crean “afinidad electiva”, mejor conocida como “exposición selectiva”, que nos muestra información acorde a nuestras ideas y nuestro perfil de consumo. En este sentido, aunque se mandaran los mensajes a través de un bot o mediante el intercambio “normal” entre familiares o amistadores, las redes ayudaron a que lo recibiera la gente que es afín a nosotros, quienes preocupados reenviaron los mensajes y aumentaron la turbulencia.
Las redes sociales permiten una construcción de opiniones positivas y alertan sobre peligros reales; también son propensas a generar un conjunto de noticias falsas que crean toxicidad y perturbación, debido a la viralización y rapidez con que se difunden los mensajes negativos.
Liderazgos morales y canales de comunicación efectiva
Las autoridades de seguridad pública, el Gobernador del Estado de México y el Jefe de Gobierno la Ciudad de México hicieron llamados para que “sólo se hiciera caso a los medios oficiales”, dando cuentas de Twitter, sitios web y datos de atención telefónica a fin de tranquilizar a los ciudadanos.
El Secretario de Hacienda respondió tardíamente con un chat improvisado a través de Twitter durante la noche del miércoles 4 de enero, intentando aclarar y justificar el gasolinazo. Una respuesta improvisada e impulsiva de las redes sociales por parte del gobierno demuestra el impacto de la bola de nieve que fue creciendo con el paso de las horas y la incompetencia oficial para detenerla.
El manejo de las redes sociales es tan caótico por tratarse de una tecnología emergente de la cual conocemos poco su impacto y las consecuencias de que puedan ser manipuladas tanto por algún actor político cuya finalidad sea aumentar la incertidumbre, como por nuevos grupos de presión que utilizan la tecnología para ello. Tal es el caso de la llamada Secta 100tifika, a la cual presuntamente se le atribuye la autoría de estos mensajes automáticos a través de bots (#SaqueaUnWalmart) y cuyos líderes se ubican en España.
Si esto fuera cierto, veríamos cómo las redes sociales están aumentando su influencia en la conducta de los ciudadanos a nivel global. Por eso, la intromisión de Rusia en la elección norteamericana no sería ajena.
El caso del gasolinazo mexicano en redes sociales demuestra que los ciudadanos mexicanos se están moviendo más por las redes que por la televisión y que el gobierno debe tomar con mayor seriedad su actuación en estas plataformas.
En suma, ¿qué podemos hacer para aumentar la gobernabilidad en las redes sociales y evitar esta difusión de noticias? Una primera solución es la construcción de liderazgos morales en línea: personas o medios cuyo probidad y legitimidad construida a lo largo del tiempo –influencers, youtubers– permita ser un faro de luz en medio del mar de las redes sociales y orientar hacia la reflexión y no hacia los miedos.
Una segunda alternativa, que tiene que ver directamente con el gobierno, es construir canales de comunicación efectivos en redes sociales creíbles y legítimas. Las cuentas oficiales de gobernadores, policías y secretarías de estado están construidas para alimentar el ego de sus autores, más que para conversar con la ciudadanía; por ello es que invitan más a la desconfianza, la desinformación y la burla, pues se han ganado ese prestigio a pulso con publicaciones soberbias que buscan enmascarar la verdad de sus administraciones públicas, de los logros de sus gobiernos o de su desempeño personal. Para el ciudadano de a pie, no son fuentes de información confiable, sino cascadas de engaños o de información burocrática tradicional.
La ausencia de esos canales de información confiable, aunado a una mala estrategia de comunicación sobre el tema del gasolinazo, crearon las condiciones ideales para una campaña en la línea del miedo, el desprestigio y la desconfianza. Esperemos que hayan aprendido.