Ya no es novedad que los medios de comunicación tradicionales, como la televisión y los diarios en papel, pierden cada vez más audiencia frente a la información en línea y las plataformas digitales en general. Al mismo tiempo, entre las generaciones más jóvenes, la viralización de la información a través de las redes sociales es un fenómeno habitual.
Datos brindados por el Digital News Report 2018 del Instituto Reuters y la Universidad de Oxford demostraron que la atención a los informativos tradicionales disminuye y aumenta el consumo del video en línea y de nuevos formatos visuales, especialmente entre los menores de 35 años. El informe señaló, además, el lugar cada vez más preponderante que juega Facebook para encontrar, discutir y compartir información.
Es cierto que el desarrollo tecnológico permitió a la sociedad en general el acceso a una gran cantidad de información de manera sencilla. Sin embargo, existen filtros en algunas redes sociales, como Facebook (la más utilizada), que impiden que nos llegue información contrastante con nuestras opiniones, lo que nos aísla y dificulta el acceso a datos que podrían desafiar y/o ampliar nuestra visión del mundo. Así, los usuarios creen que sus ideas se alinean con la visión dominante.
A estos filtros se suman las “cámaras de resonancia” en las que la información y las ideas son amplificadas por transmisión y repetición, y donde las creencias diferentes prácticamente se ignoran o se presentan de forma minoritaria.
De esta forma, los ciudadanos terminan consumiendo noticias que están en sintonía con su propio punto de vista, contribuyendo en muchas ocasiones a que prevalezca información que se ajusta a determinadas narrativas y emociones, sin importar si es del todo cierta.
La tarea de alfabetizar digitalmente a los niños
El resultado de la invasión de las noticias falsas trajo consigo un fuerte crecimiento del fact-checking, es decir, de procesos de verificación de la información. De hecho, dentro de los medios de comunicación más destacados se diseñan rápidamente herramientas para evaluar la calidad de la información que van más allá de contrastar las fuentes.
De acuerdo con esta tendencia, conviene preguntarse si la responsabilidad de verificar la información es sólo de los periodistas. La respuesta definitivamente es no. Si sabemos fehacientemente que los jóvenes, en su mayoría, se informan a través de redes sociales y otros recursos en línea, es claro que deben aprender a leer de manera crítica lo que consumen.
Es allí donde se hace preciso ofrecer a los niños y jóvenes que tienen acceso a internet las herramientas necesarias para evaluar la credibilidad de la información que les llega. Un ejemplo es la Digital Polarization Initiative (Digipo) que nació en Western Kentucky University.
Se trata de un proyecto para concientizar a los jóvenes sobre la información que encuentran en línea: investigan y le dan contexto a noticias que van desde temas políticos hasta artículos en los que se mencionan curas mágicas a serios problemas de salud.
Por otro lado, el Colegio Ithaca (universidad en Nueva York) lleva adelante el Project Look Sharp, mediante el cual desarrolla y provee planes de estudio, formación y apoyo para que la alfabetización mediática sea parte del currículum escolar en todos los niveles educativos.
De acuerdo con estas tendencias, la escuela pública (en primer lugar) podría ser considerada un ámbito adecuado para aprender las competencias mediáticas necesarias a fin de acceder, comprender, analizar, evaluar y producir contenido, distinguiendo al mismo tiempo entre noticias reales y falsas.
Los espacios educativos pueden ser un lugar de empoderamiento ciudadano donde los alumnos aprendan a acceder a la información, contrastarla y, sobre todo, construir conocimiento y opinión a partir de los datos e ideas obtenidas. A través de ello podrían tener mayor conocimiento y comprensión del mundo en que viven.