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Las ciudades como plataformas tecnológicas: una solución al problema de la contaminación en las ciudades

Sorprendentemente después de 14 años de no presentarse el fenómeno, la Comisión Ambiental de la Megalópolis (CAMe) activa la Fase I de Contingencia Ambiental por Ozono en la Ciudad de México, lo cual es de alarmar, ya que la contingencia ambiental no es un fenómeno de la naturaleza, sino un problema que hemos causado nosotros mismos: el Gobierno, las instituciones, las empresas y los ciudadanos, todos aportamos a la contaminación por ozono. Estamos en el punto en que no hay marcha atrás; el problema existe y hay que tomar las medidas necesarias para buscar mitigarlo y controlarlo.

Se critica mucho que, concretamente en la Ciudad de México, existe un incremento descomunal de automóviles en los últimos 10 años, con cifras del INEGI de 2005 a 2013 pasando de 3.5 millones a 6.8 millones respectivamente, y a esto se atribuye los altos índices de ozono, sumado a la crítica de que el Gobierno de la Ciudad se ha ocupado de edificar infraestructura para los automovilistas, es decir, que se ha enfocado en tener ejes viales –incluso ahora reversibles–, puentes que den fluidez, segundos pisos y demás infraestructura para los automóviles, como si se promoviera su uso, en lugar de mirar e invertir en el transporte público colectivo, ¿pero en verdad este es el problema?, visto desde la arista particular con la que la generalidad lo aborda potencialmente sí.

Siendo más críticos, podemos cuestionarnos: ¿los ciudadanos usan sus autos por usarlos?, ¿habrá algún ciudadano que sale de su domicilio con la única intención de usar su auto, contaminar, hacer tráfico, quemar su dinero en gasolina y contribuir con su cuota diaria de ozono? Ciertamente la respuesta en lo general debe ser no, de ningún modo. Entonces, ¿qué lleva a un ciudadano común a tener la necesidad de transportarse?, ¿qué lleva a un ciudadano a usar su automóvil?, ¿qué lleva a un ciudadano a tolerar el tráfico y accidentalmente contribuir a la contaminación?

Mi hipótesis es que lo lleva al uso del automóvil o del transporte la necesidad de trasladarse hacia su fuente de ingreso, hacia su trabajo o su empleo. Ese es el origen de la alta necesidad de movilidad. En algunos trabajos queda claro que es ineludible el desplazamiento, como en la construcción donde se necesario ir a donde está la obra, pero en nuestro mundo de hoy más del 70% de los empleos son administrativos, en los que bien el trabajo se puede hacer en formas alternativas y a distancia, por lo que surge la pregunta: ¿es imperiosamente necesario en trabajos administrativos generar la necesidad de desplazamiento?, ¿en los trabajos como lo son la mayoría de los empleos en el Gobierno sea federal, estatal o municipal?.

Dado el avance tecnológico de la actualidad, el trabajo administrativo (que tradicionalmente ha sido de siempre presencial) está por demás superado y ciertamente no está siendo entendido y utilizado el tele-trabajo por organizaciones como el Gobierno en sus tres niveles, pasando por alto que vía éste se pude realizar, sin duda, el mismo trabajo sin la necesidad de desplazamiento alguno de los trabajadores, como una solución al problema de la contaminación de las grandes ciudades viene muy bien, ya que el tele-trabajo burocrático erradicaría la necesidad de desplazamiento de cientos y miles de personas con trabajos administrativos en el Gobierno, que acuden a una oficina ¿a qué creen?, a hacer lo mismo que pudieron hacer desde su domicilio, esto es, sentarse todo el día frente a una computadora y al lado de un aparato de teléfono para hacer su tarea administrativa.

Los Gobiernos y empresas en que se realiza este tipo de trabajo no han visualizado que el tele-trabajo erradica la necesidad de desplazarse hacia las empresas, lo que genera mitigar y tener un control real del problema de la contaminación y no así paliativos como lo es el de prohibir la circulación de los coches, ya que pese a la prohibición, la necesidad de traslado existe y sea vía mi coche u el de otro (un Uber, por ejemplo), me trasladaré contribuyendo con mi cuota diaria de ozono, pues los trayectos de la casa a la oficina son en hora pico y hay un mucho tráfico con o sin mi automóvil.

En este sentido ¿qué hacer? Si rápidamente hacemos el ejercicio mental de pensar en compañías con exitosas transformaciones digitales en los últimos tiempos, se encontrará que todas tienen un elemento en común: son todas vistas y gestionadas como plataformas, entendiendo éstas como el medio por donde se accede a la prestación de servicios (Televisa, Grupo Salinas, Telmex), y algunas muy singularmente como plataformas tecnológicas (Facebook, Apple, Twitter).

Ciertamente se constituyen como plataformas en el sentido de que sobre las mismas las personas viven y trabajan, las empresas desarrollan su actividad y en el marco de las mismas plataformas se prestan numerosos servicios, de los que constantemente se realizan evaluaciones, se rediseñan e integran mejoras, todo habilitado por las bondades tecnológicas actuales en lo general (y no sólo de TIC), generando valor y ventajas competitivas sostenibles, tanto en las organizaciones como para todos, creando ecosistemas que garantizan de cierto modo la evolución del negocio y de todos los involucrados bajo el concepto de plataforma, incrementando la productividad y generando una cultura de innovación permanente.

Es así que, con esta tónica aplicada, ya no sólo a las empresas u organizaciones, sino al Estado y las grandes ciudades, el siglo XXI está llamado a ser el siglo de las plataformas, incluyendo las “plataformas ciudades”, donde éstas sean vistas como verdaderas plataformas del análogo empresarial, en las que las personas viven y trabajan a través de las mismas sin la necesidad de trasladarse. Por tanto, el Estado y las empresas desarrollan su actividad, habilitándose que en el marco de las plataformas ciudades, en que se presten numerosos servicios. Esto fortalece el ecosistema de plataformas, en que el empleado que corre diariamente a su empleo a conectarse, ya no lo haga más y se conecte desde su domicilio, erradicando completamente la necesidad de desplazamiento y haciendo del tele-trabajo una solución real al problema de la contaminación de las grandes ciudades.

Ante esto, las administraciones públicas han de plantearse (o sea, el Estado), una evolución en los modelos de gestión gubernamental de las grandes ciudades en lo general, visto el Estado como plataforma, en donde ya no es necesario el traslado diario de la burocracia a sus puestos de trabajo. Basta con conectarse a la plataforma para trabajar, en la tónica descrita donde las personas viven y trabajan a través de la plataformas sin desplazarse, el Estado desarrolla su actividad y presta servicios, justamente a través de la plataforma, valiéndose todo esto de la conectividad que de hecho el Estado mexicano ha consagrado ya como un derecho constitucional.

El único obstáculo de esta propuesta son los alcances y limitaciones de la infraestructura tecnológica con los que actualmente cuenta el Gobierno, para hacer que toda la maquinaria burocrática funcione remotamente, en el tele-trabajo a distancia gubernamental, en el que se trabaje al simple y llanamente conectarse a la plataforma del Gobierno, y no como ha funcionado desde hace décadas en que no había tantos autos, es decir trasladando a la burocracia desde recónditos lugares en donde los trabajadores pernoctan, con todo lo que eso representa en cuando a contaminación, ocupación de espacio, consumo de servicios – energía eléctrica y demás.

De esta manera, el Estado ha de liderar con éxito las transformaciones digitales del aparato burocrático (Sector Central, Organismo y Empresas, Demarcaciones Territoriales) e igualmente las transformaciones digitales del sector privado a través de políticas públicas que incentiven al tele-trabajo, debido a que esta transformación es clave para dar solución al problema de la contaminación de las grandes ciudades, y ésta vendrá de la capacidad de ofrecer la próxima generación de servicios, lo que actualmente debe ser el trabajo de las Unidades de Gobierno Digital o las Direcciones Generales de Gobernabilidad de TIC de las distintas entidades Federativas, incluida por supuesto la algo más que “emproblemada” Ciudad de México.

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